Para juzgar un trabajo realizado que se materializa en un producto, basta con hacerse de algunos estándares que pongan en evidencia si el resultado se acerca o aleja de lo que se perseguía. Pero piensen cómo evaluar el trabajo de un maestro o maestra que no sólo carece de un resultado tangible sino que forma parte de un equipo variado y de un centro educativo con unas normas, una legislación y una cultura ya consolidada. Añádanle que cada alumno tiene unas características personales y un contexto familiar particular que promueve unos valores no siempre acordes con los que su maestro siembra. Súmenle la exigencia moral y legal de atender a las diferencias… Es decir, ni el cómo realizan su trabajo los docentes ni los resultados de su alumnado depende sólo de ellos; así que puede comprenderse el rechazo mostrado por la mayoría de los sindicatos profesionales cuando han oído a la ministra de Educación, Celaá, hablar de evaluación docente… pero resulta que debe hacerse.

En el documento Seguimiento de la educación en el mundo de la Unesco de este mismo año, se señala la falta de rendición de cuentas del profesorado como uno de los obstáculos para que la educación progrese. Se necesita para elevar el rendimiento y aprovechamiento del alumnado mediante el perfeccionamiento de quienes le enseñan; porque si de verdad se quiere mejorar el trabajo de éstos, primero habrá que analizar cómo lo están ejecutando. Su objetivo final reside en elevar el rendimiento y aprovechamiento del alumnado mediante el perfeccionamiento de quienes le enseñan.

Se evalúa al profesorado en todos los países de la OCDE, excepto España, Italia, Irlanda e Israel. En prácticamente toda Sudamérica y en todos los países avanzados de Oriente, es una actividad habitual a la que se le concede una gran importancia. Y con estos datos por delante… ¿Qué argumento damos? ¿Que España es diferente? ¿Que tenemos otros hábitos? ¿Que es una tarea imposible? ¿Qué puede que se pierdan votos?

El problema está en considerar si la dificultad que entraña la tarea justifica que no se haga. Y seamos serios, justificar esa oposición con decir que "ya se está evaluando" es una falacia; el que haya que dar "regalitos" (incentivos) para que el profesorado lo mire con buenos ojos es ridículo y si la ministra recula ahora y da un paso atrás convirtiendo la evaluación docente en otra cosa, además de demostrar que no había estudiado bien las posibles reacciones e improvisa, es una cobardía.

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