Los otros daños

Los peores efectos de esta guerra están por llevar y afectarán al entramado social de cada país

Aún siendo terrible lo que hemos visto hasta ahora, los peores efectos de esta guerra están por llegar. El argumento bélico-militar vuelve a ocupar el centro de la economía europea, lo que significa, sin duda, reducciones significativas en otras áreas que acabarán repercutiendo en el entramado social de cada país. El Parlamento alemán acaba de duplicar de golpe su presupuesto militar para llegar al 2% del PIB, y la tendencia se replica en otros países.

Ese incremento se venía dando en España sostenidamente y sin fotógrafos: los analistas coinciden en que uno de cada cinco euros que invierte la administración tiene una finalidad militar, solo que se disfraza en otras partidas. Cuando, hace unos días, Vox y el PP exigían al gobierno el aumento del gasto militar, ya sabían que en esto sí iban a hacerles caso: ahora ya no harán falta excusas para subrayar la impronta bélica de las próximas prioridades presupuestarias. Y, cómo no, la reducción en otras partidas. Los sectores sociales más vulnerables aparecen ya, nuevamente, como las principales víctimas de esta coyuntura.

Otro daño no visible será la lucha contra el cambio climático. Los poderes políticos y económicos se han escudado siempre en la imposibilidad de financiar a corto plazo las transformaciones energéticas necesarias contra el calentamiento global, ¿y qué no dirán ahora? La nueva carrera armamentística presionará también hacia abajo los programas de cooperación internacional, ya de por sí tan escasos, que tenían como referente los Objetivos del Desarrollo del Milenio. ¿Se podrá seguir hablando de erradicar la pobreza al final de esta década? De este modo, las poblaciones empobrecidas del planeta se sumarán a los efectos colaterales del nuevo marco internacional, igual que lo harán los "viejos" refugiados: los desplazados de Afganistán, Siria, Líbano…, y por supuesto, los emigrantes africanos, serán en el futuro aún más rechazados y despreciados, a partir de la preferencia que Europa le seguirá asignando, por razones políticas, a las personas que salgan de Ucrania.

Aparecen sumas inmensas para recalentar los motores de la vieja máquina de la guerra, cuando antes no había dinero para otras cosas. El paradigma bélico se impone, y trae consigo daños ocultos pero demoledores, a los que solo podemos enfrentarnos desde la certeza de los intereses que alimentan la industria bélica. Que al menos la conciencia que sostiene la cultura de la paz no sea otra víctima.

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