Cuando la pandemia se lleva a tantas personas, se toman medidas preventivas más drásticas de seguridad y esto conlleva el debilitamiento de la economía. Llegado este momento, parece oportuno analizar la situación con mirada optimista para que no haya enfados. Así, todo lo que era tan peligroso por la posibilidad de contagios, ahora ya no es tanto: se llenan bares de copas y discotecas, se celebran graduaciones de estudiantes, cumpleaños a lo grande y botellones, muchos botellones, mucho alcohol "para olvidar" los días de confinamiento… La consecuencia es que ahora los infectados son los jóvenes, esos que pensaban que el Covid atacaba solamente a los "viejos", creando una situación esperpéntica que viene acompañada de la emoción en la práctica de deportes de riesgo: "Paso miedo, pero me tiro desde lo alto del puente" o "Hay más de cien personas en la fiesta pero me divierto".

Nunca debió acontecer lo que pasó en las residencias de mayores, pero tampoco lo que viene sucediendo con los botellones. Desde los ancianos a los adolescentes se contabiliza una serie de despropósitos ciertamente preocupantes. Si ahora se infectan los niños, ya quedaría invertida totalmente la curva cronológica inicial por efectos del coronavirus.

Es muy preocupante que en poco más de un mes, se abran los colegios que continúan en las mismas condiciones que cuando en marzo cerraron. Los responsables políticos que, empeñados en aparentar "normalidad", insisten en comenzar en septiembre, o saben poco de la dinámica escolar o son muy optimistas o simplemente, mienten cuando dicen que estarán preparados. No sirve afirmar que el alumnado precisa una recuperación después de lo vivido, porque de qué les servirá la formación académica si se producen contagios.

¿De verdad hay tiempo para la contratación de profesorado prometida? ¿Para la adaptación de espacios y de grupos? ¿Para el refuerzo en limpieza? Si hay quienes saben de tiempos, espacios y necesidades escolares son las directoras y directores de los centros y son ellos los más preocupados. Si son sus asociaciones (Adián y Asadipre) las que, con su experiencia y conocimientos, recomiendan que se aplace la entrada del alumnado hasta asegurarse que se cumplen las medidas prometidas, hágales caso, Sr. consejero, cumpla con lo acordado hasta donde pueda y no cometa el error de confundir los colegios con discotecas.

Quien les escribe, de vacaciones en agosto, tiene hecha una apuesta que ojalá pierda. Hasta la vuelta.

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