La cultura de la decepción

Eva Díaz es una intelectual reconocida, fue designada por concurso público y su quehacer ha sido elogiado por todos

Cuando se conoció allá por el verano la nueva composición del Gobierno de la Junta de Andalucía salido de las triunfales elecciones, ya se podía intuir la pérdida de peso que la Cultura tendría en el nuevo organigrama, diluida en una nueva estructura mixta entre el Turismo (el ansiado maná de esta época) y el Deporte. Los perfiles del consejero y vice-consejero, por origen y formación, muy distintos a la anterior titular, auguraban el papel del Turismo como verdadera locomotora de la renovada consejería, dejando a Cultura en manos de una Secretaría General comandada por un gestor cultural… de Málaga.

Estos días atrás, coincidiendo además con la celebración de la exitosa feria del libro de Sevilla, se conoció el cese por sorpresa de la directora del Centro Andaluz de las Letras, la escritora y académica Eva Díaz Pérez. Como muchos, nos hemos acercado por la Feria varios días, y no había uno en que no saliera la inesperada destitución como inevitable tema de conservación, y con una misma y común conclusión, se trata de un error incomprensible. Eva Díaz, a la que no conozco de nada, es una intelectual reconocida, fue designada por concurso público, y su quehacer ha sido bien ponderado por todos, de uno u otro signo político, con lo difícil que resulta eso dentro de la sociedad cainita en la que nos movemos. Pero además del desacuerdo por la decisión en sí, flotaba en el ambiente una cierta indignación a medida que se conocían los pormenores del cese, comunicado por un cargo de tercera sin una explicación (la vergonzante explicación es precisamente que no la había) y sin que ningún responsable le haya dado la cara.

A mí, más que indignación, estas cosas lo que me producen es una profunda decepción. Decepción porque no se valore el trabajo bien hecho, como es el caso; porque la Cultura (¡en Andalucía!) pueda ser convertida en moneda de cambio dentro del cambalache político no ya entre partidos, sino territorios, enfrentados; por el propio concepto que se le da dejándola como una cenicienta del Turismo, o sea, del dinero. Ya ni hace falta un cambio de partido en el Gobierno para que pasen estas cosas, como hasta ahora nos tenían acostumbrados. Ni incluso permaneciendo el mismo nos libramos de ellas. Como comentaba en la misma Feria con una autora que también destaca por la excelencia de sus textos, después los políticos se quejarán que los tratemos a todos como iguales.

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