En Marzo se nos metió, casi dentro de casa, ese bicho al que solamente conocíamos de oídas y sin presentación oficial alguna y por aquí sigue, robando vidas y frustrando esperanzas; así que poco sorprende que el desánimo y la inseguridad campeen no solo por los hospitales, sino por todos los aspectos de la vida; tampoco es anómalo que un confinamiento forzado, con escasas oportunidades para hacer uso de la libertad personal, desemboqué en posturas y actitudes nada apropiadas para sostener una mínima convivencia.

Los enfrentamientos dialécticos entre los miembros del gobierno central y la oposición, siendo tan fuertes, bruscos e injustos, los vemos ya como un infantil e indisimulado juego de "y tú más" que a veces hasta provoca sonrisas. Será por ello que lo que parece más llamativo es esa tendencia entre la gente de la calle a contemplar solamente dos posturas para encarar la pandemia y, paralelamente, un indisimulado deseo a afiliarse a una de ellas. Es sorprendente esta bipolaridad de reacciones y posturas entre personas incluso desconocidas entre sí.

Miren a su alrededor: frente a esos grupos que no ven la salida del túnel, no esperan nada bueno y todo les parece peligroso, hay otros que, con una venda en los ojos, celebran sus botellones en la calle o en casa y siguen trasnochando como si no hubiese un mañana. Conocemos a familias enteras autoconfinadas en sus hogares mientras los vecinos de enfrente programan viajes adonde se pueda por el solo hecho de salir de casa ¿Se dan cuenta cuántos españoles viven 'sobreinformados': número de afectados, los laboratorios que fabrican la vacuna, nombres de virólogos…frente a aquellos que han optado por vivir totalmente desinformados? Aparecen más personas individualistas que nunca, pero están también los más solidarios que en ningún otro país. Los que siguen las directrices de una alta conciencia cívica y en el anverso, los que desarrollan el más voraz egoísmo. Los que acusan a quiénes no piensen u obren como él y los que se conforman fácilmente. Abundan las personas con pensamientos abiertos y universales y, al mismo tiempo, los que poseen toda clase de prejuicios…

Está sociedad pandémica se está desarrollando a modo de crisol de tendencias y de formas de vida. No nos confundamos, no se trata de aquella civilización helenística que tan certeramente y con tanta sensibilidad narra Irene Vallejo, en su ensayo, describiendo una cultura donde conviven individualidad y solidaridad y disciplina con libertad.

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