El próximo martes, Cristóbal Montoro entregará a la presidenta del Congreso de los Diputados, Ana Pastor, el proyecto de Presupuestos Generales del Estado para 2018. Se trata de la iniciativa clave para que Mariano Rajoy pueda permanecer en la Moncloa hasta 2020, confiado como está en que la mejora de la economía le dará la vuelta a las esquivas encuestas. El gallego ya se sabe que es hombre de largo recorrido, así que no tiene prisa por adelantar unos comicios que le podrían dar de nuevo la victoria pero con una mayoría poco satisfactoria. Por ello, no ha dudado en entregarle la imagen de la victoria a Ciudadanos para que venda como propios los guiños que las cuentas recogen a jubilados, rentas bajas, familias numerosas y autónomos. Una victoria pírrica piensa el presidente del Gobierno si pensamos en el bien final de lograr la reelección.

En este camino trazado, a Rajoy le queda por delante casi un mes para conseguir el respaldo del nacionalismo vasco, remiso en estos momentos por la aplicación del artículo 155 en Cataluña. Bastante seguro de sí mismo debe andar el jefe del Ejecutivo de que va a lograrlo cuando ha dado el paso al frente. Algún as debe esconder bajo la manga que le garantice el éxito esperado. Ya lo logró el año pasado y cabe esperar que hará lo mismo éste. ¿Cómo? Fácil. Desde que volviera la democracia a este país los nacionalismos siempre han quedado satisfechos con lo mismo: el dinero. Llámese éste transferencias directas, intercambio de competencias o compensaciones históricas. Lamentablemente, el juego de mayorías ha impuesto siempre este diálogo y no parece que ahora vaya a ser diferente la cuestión.

Además de las rebajas impositivas y subidas de salarios prometidas, el Gobierno ha anunciado que estas cuentas de 2018 serán las de la vuelta a la senda de la inversión en infraestructuras. Allí mucho se juega Huelva, lastrada desde tiempo inmemorial por una tendencia de Madrid a dejarla de lado. Tras los tristes números registrados el año pasado, cabe esperar que en éste haya algo con lo que satisfacer los cada día más hambrientos estómagos provinciales. El movimiento social en demanda de desarrollo es cada vez mayor y los populares se juegan su credibilidad en la provincia. Asuntos como las conexiones ferroviarias, las infraestructuras hidráulicas o la mejora de las carreteras son demandas clave que de incumplirse pueden tener un importante coste en las urnas. Cierto es que hay quien se niega a aceptar que las responsabilidades de gobierno tienen estas consecuencias, pero no lo es menos que la realidad es tozuda y tiene consecuencias electorales.

De la capacidad de Mariano para sacar adelante estas cuentas y hacerlo del modo más satisfactorio posible depende el futuro mismo del PP. Con presupuestos habrá futuro, balón hacia adelante, réditos económicos y posibilidad de recuperación. Sin ellos, el futuro se antoja negro y lleno de problemas. ¿Podrá Rajoy volver a superarse?

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