Tres conclusiones

Que personas con millones de seguidores no tengan unas nociones básicas del Estado de Derecho es preocupante

Quí van tres conclusiones acerca del procés.

1. Tenemos una pésima cultura política. Que periodistas famosos, políticos importantes, intelectuales y artistas que cuentan con millones de seguidores no tengan unas nociones básicas del funcionamiento del Estado de Derecho es un hecho muy preocupante. Estos días se ha dado por hecho que una decisión judicial podía estar dictada por el partido del Gobierno. Y además, se ha identificado al Estado con el partido que gobierna, cosa que demuestra una ignorancia supina acerca de la separación de poderes que es la regla básica de toda democracia. Por supuesto que el partido que gobierna -sea cual sea- procura ejercer todo el control político que le sea posible, pero un Estado de Derecho tiene los mecanismos legales suficientes para impedirlo. Y España lo es. En ninguna dictadura se vería a los líderes de un proyecto separatista copando todos los informativos. De tanto vivir en una aburrida democracia en la que apenas pasan cosas interesantes, se nos ha olvidado lo terrible que es una dictadura. Y si alguien ve ahora una dictadura en España, es que no está bien de la cabeza.

2. La infantilización social tiene consecuencias peligrosísimas que acabarán poniendo en peligro la existencia de la democracia. Que miles y miles de catalanes cultos, prósperos e informados se hayan tragado a pies juntillas todas las promesas de los promotores del procés es una realidad devastadora que no anuncia nada bueno. Cualquiera con dos dedos de frente tenía que saber que no habría ni reconocimiento internacional ni estructuras de Estado, ni tampoco éxito económico inmediato ni Hacienda propia. Bastaba tener dos ojos, pero miles y miles de personas inteligentes se dejaron llevar por la reconfortante ensoñación de que todo eso no sólo era posible sino que ya era un hecho. Y muchos, muchísimos, siguen creyéndolo.

3. La política debe ser una actividad adulta destinada a ciudadanos adultos. El Código Penal debería introducir dos delitos nuevos, el de malversación de conciencias y el de malversación de ilusiones, para castigar a todos los políticos mentirosos -todos, repito- que llegaran al poder haciendo promesas que son imposibles de cumplir. Ya sé que la política se volvería aburrida y frígida, sí, pero eso es lo mejor que le puede pasar a la política.

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