Septiembre está siendo el mes de las rupturas. La pobre Tamara Falcó se ha llevado el chasco de su vida tras los cuernos del empresario Íñigo Onieva, nada más publicar la noticia de su esperado enlace matrimonial. Eso sí, la hija de la Preysler ha pasado de ser la "eterna pija", odiada, criticada y envidiada por muchas, a convertirse en el icono de la mujer empoderada, con la que muchas se identifican y a la que ahora, con su pena, todo el mundo entiende y apoya de manera desinteresada. Ya sabes eso de… "mal de muchos, consuelo…"

Luego está la Escanes y el Risto. Un amor de película que inspiró al publicista para escribir libros, hacer eslóganes y hasta elevar su número de seguidores en Instagram a una cifra desorbitada. Lo mismo que a ella, cuya diferencia de edad con el juez de realities, además de arrojarla al punto de mira, la ha llevado al podium de las principales influencers de España. Una pareja que parecía perfecta y que ahora, para sorpresa de hasta los más escépticos, se rompe y desaparece, como si nada.

Y es que la vida sigue. Incluso para ellos. Para la pija y la influencer. Para el presentador de la gafas y el mujeriego de la noche. La historia continúa por separado, aunque hace dos días la novela tuviera poco que ver con este drama. A veces, hasta el color más rosa se despinta dando paso a un negro tan oscuro, que te hace olvidar la luz que tuvieron los días de gloria. Porque nada es para siempre y lo bueno nunca es eterno. Porque nos enseñaron a creer en las hadas, en Cenicienta y en la Sirenita, que aunque ahora es negra, sigue siendo el mismo cuento. El amor, como la vida, es corto, efímero y, por supuesto, imperfecto. Por eso, empieza y acaba. Nace y muere. Se enciende y se apaga. Como ese ficticio final eterno con el que nos criamos los millenials. Ese del "fueron felices y comieron perdices". Esa mentira desorbitada que aún nos intentamos arrancar de la piel cuando comprobamos, entre lágrima y fracaso, lo mal que nos educaron.

La vida sigue para Falcó y Risto. Que estos días se han vuelto más "humanos", a pesar de sus fans y sus seis ceros en el banco. Y entre cuernos y fracasos, nos enseñan que hasta los de arriba son capaces de rozar el cielo, pero también de besar el barro. Eso y también que el fin de dos de las parejas de moda es capaz de robar el protagonismo a las elecciones en Italia convirtiéndose en lo más comentado de la semana. Porque el amor no entiende de guerras, de colores, política, riqueza o trabajo. Es común a ricos, pobres, influencers, marqueses o triunfadores. Es el idioma universal, el único, que todos entienden, conocen y padecen.

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