Ansia viva

Óscar Lezameta

olezameta@huelvainformacion.es

Un chute de algo más que anticuerpos

La cosa va tan bien encaminada que Fernando Simón ya no es el peligro público número uno y nadie pide su destitución

Ea pues ya está. Vacunado. Al menos de la primera parte contratante, porque para la segunda y creerme Superman en rubio, tendré que aguantar unos días. Si esperan que estas líneas sean de agónica espera, de horas al borde del colapso, de amenazas de trombos, de nano robots corriendo por mis venas o de que a partir de la mañana de ayer mi teléfono tiene cobertura 5G, pues no sigan leyendo qué quieren que les diga. La verdad es que fue de lo más normalito. Quedé en mi centro de salud después de pedir mi cita a través de la aplicación Salud Responde (que funciona bien, mire usted), llegué diez minutos antes, esperé diez minutos más y me hicieron pasar a una habitación. Me dispuse a sentarme y una enfermera me dijo que no hacía ninguna falta, que dejara el brazo relajado. Un pellizco y se terminó. ¿Ya? Pues sí. Iba ya por el pasillo cuando me acordé y pregunté la marca. La verdad es que me da lo mismo, tampoco me iba a poner exquisito, pero por curiosidad. Pfizer de la buena. Primera cosecha.

Me recomendaron que esperara quince minutos en las inmediaciones y la verdad es que cumplí con lo que me dijeron a medias, porque salí del centro para cruzar la calle y zamparme una de churros. Cuando Eva me vio, me levanté la manga. "Anda, se te ha caído la tirita". "¿Qué tirita? No me han dado ni piruleta y eso que no he llorado ni nada".

Esa es mi valiente aventura en la vacunación contra la pandemia. Lo que les dije, normal y aburrida, aunque tengo que reconocer que lo que me han metido es algo más que anticuerpos. Desde que conocí la fecha, tengo un subidón del quince, así que desde ayer ni les cuento. Hay que recordar que hace un año estábamos en casa, encerrados, sin poder salir, dándole a la tecla en el ordenador, con todo cerrado, aplaudiendo a las ocho de la tarde y con una sensación de miedo como no he sentido ni espero sentir nunca más. Doce meses después, no sólo tenemos la vacuna, sino que además cada vez somos más los que la tenemos corriendo alegremente por todos nuestros compartimentos.

Tiene mucho, muchísimo mérito. Falta todavía, sobre todo en aquellos sitios que ni sueñan con las facilidades que tenemos en nuestro primer mundo. Las cosas van tan bien que Fernando Simón ha dejado de ser el enemigo público número uno y ha vuelto a convertirse en el científico aburrido que siempre fue. Así que una petición: los fariseos, mentirosos, catastrofistas, apocalípticos, mercachifles y delirantes, pasen de largo. Me he vacunado contra todos ustedes.

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