Ansia viva

Óscar Lezameta

olezameta@huelvainformacion.es

Lo de Chanel, bien ¿no?

Es imposible hablar de otra cosa, así que aquí tienen mi (única) ración de Chanel. Al fin y al cabo, no quedaba otra

Conste que el rato de esparcimiento que se pegaron algunos con Eurovisión, pues ni tan mal, oiga. Para qué nos vamos a engañar. Tengo que reconocer que, al menos según los datos de la audiencia, que no lo vi. Tampoco es que me arrepienta mucho, porque las semanas que nos ha dado el Telediario con las conexiones "en riguroso directo" con donde se celebrara el mago evento, me hacía abalanzarme sobre el mando a distancia a cambiar de canal, así que ya venía hartito desemejante bodrio. Lo seguí por Twitter que es una cosa que hoy todo el mundo dice, pero que ya hace unos años me deparó buenas risas entre intensitos y jartibles que utilizaban esa red social para lo que nunca debió dejar de servir, es decir como un espacio para echar unas risas y no para acordarse de los muertos de nadie. La cosa funcionó, al menos hasta cerca de la una de la madrugada porque uno, esclavo de la actualidad que dirían los clásicos, tenía la mala suerte de trabajar al día siguiente y a esa hora, mandé las redes sociales, los gritos desaforados, las luces que casi me provocan un desprendimiento de retina repentino y unas canciones que, en palabras de Pepe Izquierdo, "no están hechas para el oído humano". A todo esto, añoraba al Uribarri, especialmente en la última retransmisión que recuerdo en la que, antes de la votación de cada uno de los jurados (entonces no existía el timazo ese de los mensajitos) anunciaba los puntos que nos iban a dar y no falló uno.

Pues eso que al día siguiente me levanté con el chanelazo a cuestas y casi eché de menos el festival propiamente dicho. Que despliegue, oiga. España conquista Europa, de nuevo; no nos querían y ahí estamos, con un par. La verdad es que si antes no entendía nada, desde ese momento, todavía menos. Tal vez lo único que me no me sorprendieron fueron las felicitaciones de los políticos de turno ese fin de semana (que, curiosamente, eran todos) y las que se tiraban entre ellos de no se qué tetas o unas gallegas que cantaban vaya usted a saber qué y que les apoyaban y no se cuentos.

Pues eso, que con esta chica nos hemos levantado y acostado toda la semana y, por fin, escuché la cancioncita de marras que, al fin y al cabo debía ser lo importante. Para qué lo hice. Si con eso hemos sido terceros, como el año que viene salgamos a por todas, me temo lo peor. Además de no entender un pimiento, la verdad es que semejante engendro ofende al más mínimo sentido de la estética... y hasta de la ética. Seré yo el equivocado y si a la peña le gusta, pues toma dos tazas. O cien. Madre del amor hermoso. El próximo festival si que no me lo pierdo. O sí.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios