Podrán, amigos lectores, estar de acuerdo conmigo en que la excepcionalidad siempre llama la atención y sitúa en primer plano de las referencias sociales, sean por hechos y más generalmente cuando se trata de personas. Cierto es que, en función de las bondades o maldades de las actuaciones o las actitudes, se derivan estados de opinión favorables o negativos y producen rechazo, admiración e incluso la articulación para crear un mito o una leyenda que suele terminar adquiriendo un carácter ejemplarizante para muchos.
Es por ello que cuando se nos presenta un caso que resulta único, con las realidades actuales, con los recursos mediáticos y la facilidad de acceso a la información, vía redes sociales, podemos alcanzar a darnos cuenta de que en estos tiempos de relativismo dominante los ejemplos de dignidad -más si son en la vida pública- resultan gratificantes y a imitar. Por eso, cuando en cualquier actividad nos encontramos con ese "caso único", debería ser obligatorio publicitarlo.
Así, cuando nos tropezamos con el Mariano Rajoy del presente que ha pasado en poco menos de un mes de relacionarse con los poderosos en las cumbres de la Unión Europea a ocupar su despacho de registrador en Santa Pola, tras perder el poder con un procedimiento legal gracias a una Ley Electoral inasumible a estas alturas de nuestra realidad democrática y de cuyos aprovechamientos se pueden deducir perjuicios importantes, no solo de la gobernanza del país sino de la propia convivencia. La renuncia a las prebendas que no le son obligatorias por imperativo legal son indiscutiblemente elegantes en las formas y ejemplares en el fondo. Seguro que está dolorido por el método de su desalojo de la Presidencia pero no hay un solo dato de desesperación y de ahí se deducen una autoestima bien afianzada, un criterio real de servicio público -con virtudes y defectos, sin duda-, una lección pedagógica sobre cómo se debe salir de los cargos y, sobre todo, para aquel o aquellos que tras irse no pararon de obstruirle y muchos ahora con su retirada -que íntimamente deseaban, pero no esperaban- se sientan huérfanos, no saben cómo digerir la situación y aparece un cainismo que nunca tuvo este "caso único" que se llama Mariano Rajoy, ejemplo para políticos, especialmente.
Comentar
0 Comentarios
Más comentarios