La otra orilla

Javier rodríguez

No a la cárcel

Nos enfrentamos a los comportamientos más oscuros y nuestro instinto más primario pide venganza

Escuchaba el otro día a la ex-jueza Carmena decir que nuestro sistema penal es "retributivo", pero que cada vez se incorporan más medidas "restaurativas". O algo así. Me pareció que hacía un planteamiento interesante, que todo el mundo, sepa más o menos de derecho puede comprender: tenemos un sistema penal que se olvida de las víctimas y que sólo se centra en el castigo de quien delinque pero que, afortunadamente, va corrigiéndose, incorporando cada vez más medidas encaminadas a pensar en la víctima y cómo devolverle lo robado, sanar sus heridas… haciendo responsable al agresor, como no podía ser menos, de esa restitución.

Cuando era universitario participé en una actividad en la Facultad de Derecho que se basaba precisamente en estos principios y, paradójicamente, los argumentos contrarios a eso de la "justicia restaurativa" ponían el énfasis en la víctima, como si lograr que un ladrón, un asesino, un violador o un traficante se pudran en la cárcel, le devuelve lo robado, la dignidad, la salud o la vida a sus víctimas.

Nos enfrentamos a los comportamientos más oscuros del ser humano y nuestro instinto más primario pide venganza ante crueles asesinatos, violaciones… y, si nos dejaran, iríamos cual masa enfurecida a decapitar a los bestias que cometen tales atrocidades, pasando, si hace falta, por encima del dolor de quien las sufrió, olvidando sus necesidades y sólo acordándonos de ellas cuando necesitemos argumentos para justificar que también nos hemos convertido en crueles verdugos.

Todo es más complejo que esto. La mayoría de los que terminan en la cárcel, todavía hoy, lo hacen por asuntos relacionados con la droga y eso necesitaría de otras políticas si realmente queremos resolverlo. Hay otros muchos asuntos que podrían resolverse con una buena mediación que terminara con la restitución del daño infringido a la víctima. Experiencias de ello hay ya y muy esperanzadoras. Sólo contemplando estas dos medidas (otra política de drogas e impulso de la mediación penal), la privación de libertad quedaría como algo residual.

Es un debate con muchas aristas y no parece que tengamos ahora mismo un ambiente muy propicio para afrontarlo con la requerida serenidad, pero estaría bien que nuestra sociedad caminara en esta dirección, lo contrario es perpetuar un sistema que no resuelve los conflictos sociales, que más bien los amplifica y a un coste demasiado alto para la sociedad.

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