La cara olvidada de los toros

Convendría agradecer que una nueva edición permita leer el volumen 'La caza y los toros' de Ortega y Gasset

La fiesta de toros pasa por mal momento. Un cierto fatalismo preside el ánimo de muchos aficionados. Tienen ya interiorizado el temor a una cada vez mayor decadencia y han perdido las ilusiones de antaño. Una triste situación que puede atribuirse más a falta de estímulos internos que a ofensiva de sus enemigos exteriores. En la calle reina también una cierta indiferencia respecto a su porvenir y los profesionales del mundo taurino español, contrariamente a lo que sucede en Francia, parecen solo preocupados por alargar lo que puedan lo existente. Por fortuna, la tauromaquia ha logrado prodigarse en distintos ámbitos y dotarse de muchas caras. Una de ellas está formada por los escritos realizados en el plural mundo de las letras. Esta riqueza está ahí latente, a la espera de ser utilizada como testimonio de cómo y cuánto han impregnado los toros la literatura, el arte y la reflexión hispánica. Significativas huellas que no podrán borrar ni abolicionistas ni censores. Aunque sí corren peligro de ser olvidadas desde dentro, precisamente por los que más deberían hacer por mantenerlas visibles. Por eso, convendría agradecer que una nueva edición permita leer el volumen La caza y los toros, de Ortega y Gasset, publicada en1960, y ahora recuperada por la editorial Renacimiento. Porque, en efecto, nuestro más célebre filósofo dedicó un penetrante texto a la actividad cinegética, al que adjuntó en aquella edición una serie de trabajos dedicados a la tauromaquia. Las promesas de Ortega acerca de un libro en que reuniera todas sus reflexiones taurinas no fraguó de manera definitiva, pero no por ello las 40 páginas recogidas aquí dejan de atesorar una larga serie de sugerencias básicas para comprender la tauromaquia, y, como consecuencia, para explicar la trayectoria social de España. Pero esta brevedad queda compensada gracias al prólogo de Víctor J. Vázquez que es mucho más que una introducción a Ortega, porque se convierte en un texto complementario, equiparable, por la brillantez de sus ideas y expresión, a las mismas páginas del filósofo. No podía buscarse mejor continuación al texto original. Se muestra de esta manera que, transcurridos más de medio siglo, aquella deslumbrante visión orteguiana, reflexiva e interpretativa de la fiesta, alimenta el interés por los toros de estos nuevos y exigentes intelectuales, una savia tan necesaria en estos momentos y que tiene uno de sus mejores ejemplos en el profesor Víctor J. Vázquez. Con esta publicación se revitaliza esa olvidada faceta intelectual de la fiesta. Ojalá pasara otro tanto con las restantes caras de la fiesta.

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