De cara al futuro

El mejor homenaje político a las víctimas es el que nunca más se repitan los errores cometidos

Todo muy solemne, como debía ser. Se pronunciaron palabras hermosas y emotivas, como correspondía. Y bellos gestos simbólicos, como realce plenamente justificado. Me refiero, por supuesto, al acto de homenaje que se celebró ayer en el Patio de la Armería del Palacio Real. Es de agradecer y gusta, pero es insuficiente. En cuestiones de esta clase siempre me digo que ojalá no hubiera hecho falta ningún homenaje porque no hubiera pasado nada, pero es evidente que no existe el control absoluto de nuestras vidas ni de las sociedades y que, por ello, pueden ocurrir no una sino muchas cosas indeseadas. En cierto modo, estamos condenados siempre a la incertidumbre, a no saber qué nos deparará la porción más pequeña posible del siguiente segundo que está por venir. Pero siendo cierto esto, también hay que tener presente la gran capacidad que tenemos los seres humanos de reducir muchos riesgos de bastantes acontecimientos negativos. Esta cualidad, por un lado, nos permite diseñar, planificar y ejecutar infraestructuras que ayuden a prevenir o paliar malas consecuencias de cualquier asunto dañino y, por otro, tomar las decisiones en los momentos más adecuados, salvo en circunstancias inesperadas o altamente inusuales. Para que esto sea así, se hace necesario estar abierto a aprender de la experiencia, a tomar nota de cada fallo habido o a distinguir mejor lo que es relevante frente a lo que es insignificante, entre otras cosas. Si no se actúa de este modo, de poco o de nada nos sirve esa cualidad. Por tanto, es preciso evitar cualquier intento que se traduzca en convertir este homenaje a las víctimas de la covid-19 en una especie de borrón y cuenta nueva, y ni mucho menos en un provechoso lavado de cara de la gestión habida. Las inclinaciones para introducirse por estos dos caminos son elevadas a juzgar por las estrategias empleadas y los mensajes emitidos, como la ocultación de imágenes de lo que en verdad ocurría; no responder a preguntas claras e inequívocas de periodistas en las comparecencias de Pedro Sánchez quien, una y otra vez, daba rodeos con otros temas y con palabras ampulosas, para rellenar el tiempo; o los eslóganes triunfalistas y falaces del tipo de que vamos a salir más fuertes tras la pandemia. El mejor homenaje que se le puede hacer a las víctimas, como personas y como sociedad, es el de su recuerdo, reconocimiento y respeto; y desde la política, el que nunca más se repitan los errores e irresponsabilidades que se han cometido en esta ocasión.

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