Hay que ver la polémica que se ha suscitado con las palabras del vicepresidente del Gobierno y líder de Podemos, Pablo Iglesias. Declaraciones sobre la calidad democrática de nuestro país y que han llegado a poner en aprietos al propio comisario europeo, Borrell, en su visita a Rusia y que han incomodado a varios ministros socialistas, así como preocupado a muchos ciudadanos, sin excluir a la oposición, mientras el inquilino monclovita permanece mudo totalmente.

En mi opinión hay dos cuestiones básicas. Una, conceptual y la otra, de estructura gubernamental. La primera, me parece trascendente porque revela el perfil de los personajes mientras al otra, es puramente coyuntural como toda coalición.

Habría, pues, que preguntar para concretar cuál es el modelo de democracia al que aspira el señor Iglesias, con señas identitarias: las de la RDA, donde el problema era salir al mundo libre; las de la Albania de Hoxha; la Venezuela de Maduro; Nicaragua de Ortega; Cuba de Castro… con el controlo mediático, nacionalizaciones… y todo lo que por reiterado ya sabemos, conocemos y, desde luego, nunca ha ocultado el líder populista. Es, por ello, que sin compartir el modelo y, especialmente, la incoherencia entre el contenido ideológico y el estilo de vida pública ejercido, no quede más remedio que aceptar un criterio de no ocultar intenciones aún a costa de un ejercicio casi permanente de deslealtad institucional con tal de alcanzar sus objetivos.

Sin embargo, la máxima responsabilidad, que la historia juzgará -por cierto, que no solo los buenos pasan a ella- del deterioro democrático le pertenece a quien está postergando el debate parlamentario y desvirtuando el sentido democrático de las Cámaras legislativas, pretende una Administración de Justicia a su medida, no existen para él los principios de transparencia… Oculta, manipula u oscurece, todo aquello relacionado con la pandemia y que pueda pasarle factura electoralmente. Ha hecho de la falta de veracidad, aprovechando el relativismo social, una herramienta de alto rendimiento político y junto a decisiones de tendencia censora parcial está instalando un seguimiento de las redes sociales, según le sean favorables o no las críticas, además de modificar derechos constitucionales como el de libertad de elección educativa, sin entrar en la política exterior. Todo un memorándum de actuaciones que han rebajado el ranking democrático de España. En consecuencia, como él diría, Iglesias, no tiene razón absoluta pero tampoco ocultó sus intenciones. El señor Sánchez, no solo incumple sus promesas, sino que nos está poniendo en el camino de que Iglesias tenga razón y termine alcanzando sus pretensiones.

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