El camino de la izquierda

Cuentan que hay ministros que no ven nada claro el rumbo que el presidente Sánchez ha tomado

La escenificación del acuerdo sobre los Presupuestos Generales del Estado con su firma ostentosa y sonriente en Moncloa por el presidente del Gobierno y el inquieto líder de Podemos, al que parece han dado cuerda (no para el tío, ¡qué actividad!), no hacía presagiar nada bueno. Como algunos de entrada ya se maliciaban, lo malo no era el esperado giro a la izquierda con respecto a los presupuestos pactados por Rajoy con el PNV antes de ayer como quien dice, ni el esperado aumento del gasto público a pagar como buenamente se pueda, lo peor es lo que se escondía debajo de esa cháchara dadivosa y populista: un auténtico programa de gobierno colegiado dominado por las fuerzas políticas que se unieron triunfalmente con motivo de la moción de censura.

Vistas las expresiones de los políticos que integran las fuerzas de este extravagante movimiento que aglutina a socialistas, comunistas, independentistas, burgueses y demás mediopensionistas del moderno pensamiento plurinacional escapista, más rupturista que reformista, centrífugo y confrontador, tampoco hay que ser demasiado perspicaz para adivinar quiénes hacen palmas con las orejas divisando el ansiado poder casi agarrado con las manos, quiénes sonríen cínicos ante tanta debilidad viendo cada vez más cerca sus objetivos confederales, y quiénes se ven en medio del trapecio sin saber a ciencia cierta si el numerito acabará bien o por el contrario el batacazo será de los que hacen época.

Apunten a este tercer grupo a buena parte del Partido Socialista Obrero Español, o lo que va quedando del mismo. Cuentan que hay ministros que no ven nada claro el rumbo que el presidente Sánchez ha tomado hasta que convoque las elecciones, una apuesta arriesgadísima que contrasta con la vocación de partido de Estado equilibrado en lo económico y social, moderador en lo político y guardián a su manera de la Constitución. Por mucho que se esfuerce en aparentar una postura europeísta y dialogante que lo distancie del papel más agitador de Podemos, tener por ahí a Pablo Iglesias de un lado para otro prometiéndole a cada uno lo suyo (y lo que es peor, lo nuestro), inquieta a quienes todavía piensan que los interlocutores válidos para resolver los problemas de España no son precisamente esos a los que un día sí y otro también se les abre gentilmente la puerta, aunque lo que realmente pretenden es largarse cuanto antes.

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