El cambio climático y la NASA de Los Rosales

Creo de verdad que el Ayuntamiento, como los 'activistas' climáticos, no lo hace con mala intención

No sé si han visto últimamente la tele, pero si no lo han hecho, yo les cuento. Resulta que ahora se lleva que los 'activistas' climáticos se cuelen en los museos y restrieguen purés, sopas y todo tipo de cosas que ensucian encima de alguna obra de arte emblemática. Después hacen una pintadita (y un selfi molón, claro) denunciando el fin del mundo, dan algunos gritos ininteligibles y al final se van. Su plan infalible es llamar la atención sobre el tema, y estoy seguro de que lo hacen con toda su buena voluntad. Que no son mala gente, vaya, solo gente tonta. Y juraría que en el interior de sus blanditos y grandes corazones tienen la convicción de que lo que están haciendo funciona. Supongo que lo de llamarse a sí mismos activistas debe cabrear, y con razón, a los activistas de verdad. A los que usan el cerebro, vamos, y emplean su tiempo, su talento, su esfuerzo o su dinero en defender políticas ecológicas y, de paso, advertir a los demás de lo que estamos haciendo con el planeta. Un trabajo ingente que realizan desde hace décadas y que estos de ahora echan por la borda en cinco minutos. Eso por no hablar del bochorno que deben sentir viéndolos hacer el tonto en su nombre.

Con esa misma sensación de vergüenza entre ajena y propia me quedé hace unos días cuando conocí que el edificio que Huelva había presentado como sede de la Agencia Española de la Energía, la futura NASA patria, era el mismísimo centro municipal de Los Rosales. A ver: no es que tenga nada contra el mamotreto ni mucho menos contra la barriada, que al fin y al cabo me he criado al ladito, pero imaginen las caras de ese jurado -o lo que quiera que use el Gobierno para elegir a una ciudad sobre otras veinte- cuando busquen en Google el edificio de marras. No sé ustedes, pero no me veo yo a Bill Nelson de visita oficial, cruzando las pistas del barrio en amigable charla con Pedro Sánchez. Pienso de verdad que el Ayuntamiento, como los activistas climáticos, no lo hace con mala intención, sino porque, en realidad, no tenemos mucho más que ofrecer: no tenemos AVE, no tenemos aeropuerto y, por supuesto, tampoco tenemos impresionantes edificios vacíos heredados de ninguna Exposición Universal. Lo que este asunto de la Agencia Espacial está demostrando, a quien aún no lo supiera, es que, por mucho que nos lo creamos, en Huelva no tenemos nada. Por no tener, no tenemos ni posibilidades. Y eso no debemos achacárselo a Gabriel Cruz o a Juanma Moreno o al presidente Sánchez, sino a los que estuvieron antes que ellos. Sus antecesores -y compañeros de partido, no lo olvidemos- nos han sometido durante décadas al desprecio, el ninguneo y la humillación más absolutos y ahora es cuando pagamos el pato. No son los responsables, les decía, pero sí que pueden arreglarlo. Y si no lo hacen, con iniciativas serias que vayan más allá de la palabrería y las promesas baratas, terminarán siendo como ellos: culpables no del pasado, pero sí del lugar que ocupará Huelva en el futuro. De cómo se escriban sus nombres en esos libros de la historia local que tan poquitos buenos gobernantes recuerda.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios