LOS miembros del consejo de administración de Caja Castilla La Mancha (CCM) que fueron destituidos tras la intervención de la entidad por el Banco de España -antes de que se fuera a hacer puñetas- han acusado al equipo directivo de la caja de haberlos engañado. Dicen que el director general y el comité de dirección estuvieron falseando datos y cifras para hacerles creer que la evolución de CCM era positiva y que les ocultaron "una situación de excepcional gravedad para su propia estabilidad, su liquidez o su solvencia".

En consecuencia, los catorce consejeros solicitan a la vicepresidenta económica, Elena Salgado, que declare nula la resolución del Banco de España -también a éste le dan un rapapolvo por no haberles oído ni motivado su cese- y que los reponga en sus funciones. Leído lo cual me quito simbólicamente el sombrero y exclamo: ¡Ole ahí esos consejeros desahogados! De modo que han estado mandando en una caja que iba al desastre, cobrando sus sustanciosos emolumentos y dietas, pero los pobres no se han enterado de nada. La culpa es sólo de los directivos, que los tenían engañados.

Vamos a ver. Se supone que los consejeros de una entidad financiera tienen la obligación de controlar su gestión, interesarse por su marcha y exigir explicaciones a los gestores que ellos mismos han nombrado sobre el destino de hasta el último euro que los ahorradores han puesto en sus manos. Si no saben descifrar un balance o analizar una cuenta de resultados, que se asesoren, indaguen y estudien. Cualquier cosa menos asistir pasivamente a las reuniones, tragarse todo lo que les dicen y vestir la mona de ejercer de consejeros sin enterarse de nada.

La raíz de esta situación insólita (¡hasta acusan al Banco de España de haber vulnerado la Constitución!) no es otra que la politización extrema de las cajas de ahorros, ese botín que los partidos representados en sus órganos vía ayuntamientos, diputaciones, gobiernos y parlamentos autonómicos se han estado repartiendo en los últimos años, colocando en los mejores puestos a militantes fieles, pero muchas veces escasos de profesionalidad y conocimientos, víctimas de las querellas internas a las que se indemniza con un retiro dorado en las cajas o estrellas ascendentes en el universo partidista. De las tres variedades los hay a porrillo.

La ignorancia es culpable, que escribió Milan Kundera. No en general, pero sí en determinadas circunstancias. Como ésta de figurar en el máximo órgano de representación de una entidad financiera. Los consejeros de Caja Castilla La Mancha no pueden no saber lo que ocurría en su caja. Están obligados a saber. Y si no saben, no merecen ser consejeros. Están bien destituidos por el Banco de España si no se daban cuenta de adónde conducían a la caja sus subordinados. Los ignorantes que no tienen derecho a serlo arrastran su parte de culpa.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios