Que vamos camino de la extinción nos encargamos de anunciarlo nosotros mismos a diario. Al final le echaremos la culpa al Covid-19, a la siguiente pandemia, al cambio climático o a un meteorito que se estrelle en el Golfo de México. Lo mismo va a dar. Los grandes responsables seremos nosotros mismos. Ninguna especia se empeña tanto de autodestruirse como la nuestra.

Estos días hemos asistido a un espectáculo dantesco. Un individuo va a la cárcel porque lo ordena un juez. Se llama estado de derecho. Tratar de suplantarlo es subversión. La solución para luchar contra esa sentencia para quienes la consideran injusta está en pelear por modificar las leyes que lo hicieron posible, si es que el individuo en cuestión realmente es víctima de sus palabras o bien de unos hechos previos porque según la intención de quien lo comenta se alude a un motivo u otro. Lo que parece claro es que sin antecedentes habría pagado una multa y estaría en su casa. Bueno, como resulta que es rapero con una determinada ideología ya sirve a la perfección como arma arrojadiza. Me da igual si es de izquierdas, de derechas o del revés. Al final es un instrumento para lanzarlo contra el sistema y el oponente.

La oportunidad la aprovecha un grupo sin más ideología que la destrucción. Quien va a una manifestación o un partido de fútbol (si también sirve como ejemplo) con un palo y un pasamontañas no vaticina nada bueno. Abro paraguas. La acción de los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado en cumplimiento de un mandato judicial ha prendido la mecha de un debate interesado alrededor de los incidentes. Le añadimos un recurrente alegato contra la represión que siempre encuentra buen público. Disturbios, manifestaciones violentas... y saqueos (porque es evidente que la culpa de todo la tienen las tiendas de Inditex, los comercios de electrónica desmantelados, los restaurantes sin cristales tras el paso de la turba o los medios de comunicación que no dicen lo que quiero). No hay nada más fascista que un escaparate. Muerte al cristal opresor que impide la libre circulación del aire falta añadir a las consignas. Pero la culpa es de la policía.

No dudo de la buena voluntad que habrá y hasta de las firmes convicciones de quienes piden la reforma de una ley o cuestionan la sentencia que condena al rapero en cuestión. Pero de ahí a justificar el vandalismo que llevamos presenciando durante una semana va un trecho. Uno largo que cierto sector de la política española obvia con tal de alimentar una inestabilidad en la que lograr sus réditos. Eso sí, desde casa y por Twitter. De cabeza a la extinción.

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