Muchos pensaron que lo mejor hubiera sido pasar página y suspender directamente las cabalgatas de este año. Estamos en una pandemia que enferma e incluso añade muertos a una cuenta que parece no tener fin. Sin duda, nadie quería estar en los zapatos de los alcaldes de los pueblos de todo el país. La necesidad de contentar al mayor número posible de ciudadanos y especialmente no destrozar la ilusión de los más pequeños, podía con las más elementales normas de prudencia. Al menos en la capital y en los pueblos de la provincia, el primer acontecimiento masivo del año, se salvó con notable dignidad. Habrá críticas, siempre las hay, pero cada uno hizo lo que pudo y la ilusión y las ganas puso el resto para una noche que sigue siendo mágica. Enhorabuena y gracias.

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