Ojo de pez

Pablo Bujalance

pbujalance@malagahoy.es

El 'boulevard'

La imagen del 'boulevard' que propone Anne Hidalgo resulta más que oportuna contra el sentido utilitarista de la política

De la (por otra parte magnífica) entrevista publicada ayer en este periódico a la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, quien recibirá hoy en Cádiz el Premio Federico Joly, me quedo especialmente con su llamamiento a la asunción de proyectos políticos a largo plazo. Para dejar bien clara sus ideas al respecto, Hidalgo ofrece una metáfora de poderoso aliento camusiano: un boulevard, una de esas largas avenidas parisinas que parecen no terminar nunca, en las que no hay más remedio que armarse de paciencia a la hora de ponerse en camino para llegar a donde uno quiere. La socialista (por cuyo discurso, y más aún por cuya praxis, merece ser considerada no la última gran esperanza del socialismo en Francia, sino tal vez en toda Europa), acude a este símbolo a cuenta del problema del cambio climático, para el que, sostiene, no sirven remedios a corto ni a medio plazo, sino soluciones con vocación duradera, que habrán de sostenerse a través de un trabajo continuado, una dedicación que nunca pueda darse por concluida: mucho hay en juego para ir probando parches. Sin embargo, tal vez podemos hacer extensivo este boulevard a otros muchos ámbitos de la política. Tal vez, seguramente, a todos: si algo nos ha podido confirmar este siglo XXI es que lo que no se construye a largo plazo ya no nos sirve. No hay alivio parcial posible.

Más aún, convendría recelar de las celebraciones a cuenta de las metas conseguidas. Los éxitos, incluidas las conquistas sociales, únicamente pueden gestionarse como estímulos para no bajar la guardia y seguir en marcha. Una interpretación excesivamente utilitarista de la política ha llevado a demasiada gente a confundir la victoria con la consecución de la utopía, pero no, no hay nada más lejos. El ejemplo sigue caliente en Cataluña, un territorio donde se ha gobernado durante tanto tiempo a favor de la utopía de unos cuantos a costa del derecho esencial de los otros, sin escatimar en estrategias propias de trileros, hasta que, izada la bandera, resultó que debajo no había nada. Si algo nos enseña el episodio de Cataluña es que no puede haber una victoria si no lo es de todos . La única derrota aceptable es la de quienes identifican a los ciudadanos como a medios, no como a un fin; de igual forma, ha llegado la hora de que la política pase a ser instrumento transformador, no promesa baldía de edenes conquistables.

Mejor, por tanto, el boulevard continuo que la Arcadia eterna. Y es Albert Camus, por cierto, quien advierte de que el camino hemos de recorrerlo todos juntos: de la mano, también, de quienes no piensan como nosotros. Y ya vamos demasiado tarde.

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