La balasera

Apenas comenzada la precampaña, parece que el Gobierno quiere ir por ahí: capitalismo malo

Ya dijimos aquí, la semana pasada, que la precampaña iba a ser muy larga, y que nos esperaba un año inhóspito y electrizante. Veamos algún ejemplo. El presidente del Gobierno, señor Sánchez, ha calificado a quienes se manifestaron en Cibeles, en defensa de la Constitución, como "la España excluyente". ¿Debemos colegir de ahí que la España inclusiva es la que se manifiesta en contra? ¿O aquella que no se manifiesta en absoluto? Y en cuanto al propio señor Sánchez, presidente de la nación conforme a lo estipulado en la Carta Magna, ¿es excluyente, incluyente o va por tramos? Quiere decirse, en fin, que quizá le convenga, al señor Sánchez, cambiar de asesores; o más sencillamente, cambiar de tono. Lo cual también es aplicable, aplicable al por mayor, diríamos, a la ministra de Derechos Sociales, doña Ione Belarra.

Dice doña Ione que el presidente de Mercadona, señor Roig, es un capitalista despiadado. Lo cual, viniendo de doña Ione, es un pleonasmo. Pero un pleonasmo, la verdad sea dicha, que no se halla muy cerca de la realidad española. Sin duda, la señora ministra compra fruta ecológica en su tendero de confianza. Costumbre que está muy bien y que mantiene a un pequeño sector del comercio celtíbero. Pero, como sabemos, ese tipo de delicatessen no está al alcance de todos los consumidores. De hecho, el consumidor español probablemente sepa dos cosas. Dos cosas que seguro que también sabe la señora ministra. Una, que el alza de precios no es culpa del señor Roig. Y dos, que en los comercios del señor Roig uno encuentra buenos productos a un precio moderado. A esto se añade, si nos ponemos estupendos, que los empleados del señor Roig quizá no sean los peor tratados en el mercado laboral patrio. De donde se deduce (a) que la señora ministra no va mucho por Mercadona y (b) que la señora ministra no se encomienda a san Judas Tadeo, patrón de los imposibles, cada vez que sale a solventar el abasto de la casa.

A esto cabría sumarle los problemas del precio de la electricidad y el gas (¿qué habrá sido de aquel ministro de Consumo, señor Garzón?), de los cuales, lamentablemente, no podemos culpar al señor Roig. A pesar de ello, y apenas comenzada la precampaña, parece que el Gobierno quiere ir por ahí: capitalismo malo, España excluyente y una lírica de la balasera donde los buenos prevalecerán -o no-, según decidamos amigos y enemigos juntos. Las grandes agitaciones del pasado fueron por el precio del pan. Un asunto que no conviene olvidar, caso de saberlo antes.

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