Antonio Carrasco

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La aventura de vivir en una calle petonal

Algunos espacios donde debería reinar el peatón se han convertido en patios traseros de obras y servicios

Soy un privilegiado. Casi podría decir que un temerario. O ambas cosas. A veces me lo pregunto. Vivo en una calle peatonal, lo que en Huelva significa algo así como una aventura diaria. Uno nunca sabe lo que le va a deparar el día. Sobre el papel todo son ventajas. Sin tráfico, sin ruido, con paz absoluta y una calma propia de esos espacios en los que el rey es el peatón. Seguro que a más de uno le estará entrando envidia. No lo dudo.

La ventaja de una calle peatonal es que sobre las siete y media de la mañana te despiertan los camiones descargando. Sí, los camiones. Es que las calles peatonales cumplen muchas más funciones de las que te cuentan cuando decides invertir en ese espacio de calidad de vida. Una de ellas es su funcionalidad como patio trasero de comercios, supermercados y hosteleros. La mía es una calle peatonal de obras y servicios. Camiones y furgonetas saben que de 7:30 a 10:00 es su espacio para descargar, reponer y arrastrar todo lo que puedan arrastrar. Lo que ahorro en despertador no está pagado.

Pasan las horas y cuando los reponedores se marchan aparece el gremio de los 5 minutos. El tiempo justo para hacer un mandado, no más. A ver. Quien dice 5 dice 15, pero de verdad que a media hora por necesidad muy pocas veces. Lo normal en una calle peatonal es esquivar coches, el tráfico o tener que mirar dos veces ante de cruzar. El horario escolar es un gusto. En ocasiones el portal casi está libre por completo y el vado suelen tener la amabilidad de taparlo solo en parte.

La mía es una calle peatonal peculiar. Única en su especie. Es habitual hasta ver los vehículos en doble fila. Vamos, lo normal en estos casos. Es además un espacio vivo. Los maceteros que abren y cierran las salidas se mueven. Prometo que no me lo invento. Cuando tenga tiempo haré guardia para desvelar el misterio. Unas veces se acercan entre sí y otras se alejan. Sin ningún aviso. Cuando hay algún evento desaparecen. Es una especie de lotería. Sacas el coche, te asomas y las circunstancias te dicen por donde te toca tirar ese día. Lo dicho, una aventura que disfrutamos los privilegiados que vivimos en las zonas peatonales.

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