M E resulta muy grato componer esta columna sobre un libro. Mucho más cuando se trata de la obra de un amigo entrañable, lo cual no supone compromiso alguno para juzgarlo con la libertad y la ponderación que él mismo me exigirá. Se trata de El asunto Don Simón, la última novela de Bernardo Romero, Para mí uno de los mejores escritores de Huelva. A la presentación asistió un elevado elenco de personas relacionadas con la cultura, escritores, pintores, periodistas, flamencos y muchos otros profesionales de los más variopintos sectores entre los que el autor cuenta con innumerables simpatías. Todo ello en el marco de la Peña Flamenca de Huelva, que no es escenario habitual de la presentación de un libro y que constituye todo un hito en este aspecto.

Ya en la entrevista, ejercida por dos entrañables compañeros, que tan buen recuerdo dejaron a su paso por Huelva Información, Javier Chaparro, director del periódico Europa Sur y Raquel Montenegro, jefa de sección del mismo diario, quedó patente la inconfundible personalidad de Bernardo Romero. Contestaba a su manera a las preguntas con ese talante de lo políticamente incorrecto que le caracteriza y con una agudeza ocurrente propia del momento, manifestándose siempre con su habitual sentido del humor. Mucho de ello hay en El asunto Don Simón, donde la intriga es una parte muy significativa de su auténtica dimensión literaria. No es el género policial santo de mi devoción aunque admire a sus autores más clásicos en esta especialidad en la que se refugian, como hilo conductor de sus tramas, muchos escritores de hoy, incluida Agatha Christie tan apreciada por Bernardo Romero.

Pero El asunto Don Simón está muy por encima de esa moda literaria. Como escribí sobre su novela La vida fácil, el autor posee una gran capacidad narrativa, que agiliza con un relato pleno de detalles, habitualmente minucioso propio de ese retrato cotidiano y costumbrista que describe con admirable maestría. El copioso texto, de una fluidez descriptiva y de una configuración total en la carne y el espíritu de los personajes, son para Bernardo Romero componentes vivos de una historia aderezada con el talento de un alquimista de la gastronomía.

Conocidas sus virtudes de auténtico nigromante del arte culinario, resulta perfectamente explícito el dominio de la trama, la expresividad convincente de sus diálogos y la riqueza arrolladora de la narración. En suma otra buena novela provista de una inteligente ironía e ingenioso sentido del humor...

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