Ojo de pez

Pablo Bujalance

pbujalance@malagahoy.es

El astronauta

Desconozco dónde se estudia la carrera de ministro, pero tanta preferencia por los tecnócratas es sospechosa

Cuando era niño, quería ser astronauta. Sí, me refiero a mí. En realidad, ya ven, no he desistido todavía. De mayor quiero enfundarme la escafandra, meterme en un cohete y volar a la Estación Espacial Internacional. O, ya puestos, a la Luna, a Marte, a Europa (el satélite), a Titán. Me ofrezco voluntario para la próxima exploración galáctica o para la primera colonia que la NASA tenga previsto instalar en el planeta que sea. Prometo perder peso, ponerme a tono, autoabastecerme en la medida de lo posible y aprender a hacer mis cosas en la más absoluta ingravidez. Siempre que he visto a Pedro Duque he sentido tanta admiración como la más insana de las envidias: míralo, el tío, él ha subido dos veces al espacio y yo escribo en un periódico de provincias, maldita sea. Desde que Pedro Sánchez lo nombró ministro mi envidia es menor, pero la expectación, claro, ha crecido. Lo que sí me llama la atención son los argumentos con los que más de uno se ha lanzado a criticar éste y otros nombramientos ministeriales, bajo la premisa de que ser astronauta o escritor (y mucho menos presentador de televisión, hasta ahí podíamos llegar) no te capacita para ser ministro. Desconozco dónde se estudiará la carrera, pero tanta preferencia por los tecnócratas, de los que algo sabemos, me hace sospechar. Y no para bien.

A ver, de entrada Pedro Duque es un tipo con un sentido del humor estupendo. Pero lo mejor es el modo en que hace gala de su ironía (la ironía es el primer signo de inteligencia: todos los ministros deberían ser irónicos) para desacreditar, desmontar y desterrar todo lo que huela a seudociencia, superstición y gato por liebre, lo que resulta revelador dado que el anterior Gobierno decidió regular la homeopatía como si de una disciplina farmacéutica más se tratase (y a pesar de que la misma ministra de Sanidad admitió que la homeopatía tiene que ver con la medicina lo que yo con la caza del zorro salvaje). Dado lo mucho que se practican estos deportes de mercachifles y trileros en nuestro país, resulta esperanzador considerar que Duque pasará de la ironía al ejercicio del poder para enmendar lo que pueda ser enmendado y expulsar del templo a los lectores del tarot. Entonces, ¿ponemos a un político profesional para que todo siga como estaba? ¿Dejamos que los tecnócratas sigan con lo suyo? ¿O no es precisamente una convicción, una mirada al mundo y la buena dirección a la hora de cambiarlo lo que debería condicionar la praxis política?

De acuerdo, yo no seré astronauta. Pero me gustaría que Pedro Duque fuera un buen ministro. No es sólo ciencia. Es luz, al fin.

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