El asombro del mundo

Hemos renacido como el nuevo pueblo elegido, destinado ahora a custodiar la antorcha del progreso

Aesta generación de españoles nos estaba reservado un portentoso descubrimiento: tras siglos de imaginarnos un país retrógrado y cavernario, por algún extraño designio que ya, evidentemente, no puede ser divino, hemos renacido como el nuevo pueblo elegido, destinado ahora a custodiar la antorcha del progreso y a iluminar el mundo en tiempos de tribulación.

Para alcanzar tal convencimiento, previamente, hemos tenido que constatar no sin dolorosa sorpresa la repentina e inexplicable conversión de aproximadamente la mitad de los franceses a algo así como el fascismo, la radical mudanza en xenófoba de más de media Gran Bretaña y de crecientes proporciones de alemanes, la entrega a la ultraderecha montaraz de buena parte de los austriacos, holandeses, fineses, húngaros y polacos, por no ir más lejos y permanecer en los márgenes europeos. Y todo eso antes de llegar a la novísima idea de que los Estados Unidos es un hervidero de nazis, racistas y demás deplorable gentuza blanca y derechista.

Lean, oigan, vean lo que se escribe, se dice y se transmite en prácticamente todos los medios españoles y no tendrán más remedio que llegar a esa conclusión. Para ellos, todos esos países, la mayoría presentados hasta ahora como modelo de democracias y de ciudadanías libres e informadas, se han convertido en simples productoras de guano social. Eso sí, gracias a la protección de algún dios aún desconocido y a la atenta vigilancia de nuestros celosos guardianes ideológicos, la inmaculada España se mantiene fiel al catecismo progre y sin la menor señal de herético contagio. Claro que nada es perfecto: en este país tan correcto cuanto progre se ha consolidado y aspira al poder un partido comunista y anarcoide de enorme capacidad desestabilizadora, los secesionismos campan por sus respetos, las instituciones chapotean en el fango, la mediocridad de la clase política hace imposible un gobierno estable y la sociedad se encuentra desarmada frente a todo tipo de transgresiones y abusos.

La notable incapacidad para interpretar la ola que se está levantando en el mundo, y sacar las debidas consecuencias, me parece una firme garantía de que no tendremos posibilidad de encauzar nuestros problemas domésticos. Será otro fracaso que el pueblo español podrá anotar en el debe de unas élites intelectuales y políticas que llevan décadas bajo mínimos y a lo suyo.

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