Visiones desde el Sur

Paco / Huelva

Los de arriba y los de abajo

Todo es posible en la ficción, pero la obstinada yi persistente realidad la supera con creces. Escribía Borges en El jardín de senderos que se bifurcan: "Creía en infinitas series de tiempos, en una red creciente y vertiginosa de tiempos divergentes, convergentes y paralelos".

Algo por el estilo me ocurre con el tiempo que transitamos. A veces no sé si el tiempo que vivimos es el mismo para todos. Es decir, el mismo segundo del mismo minuto de la misma hora del mismo día del año en que estamos. Cada vez estoy más seguro de que no, de que son tiempos disímiles según para quiénes.

El mundo se organiza en grupos, fundamentalmente en dos: los que mandan y los que obedecen; da igual el año en que vivan, el lugar, el género, la ideología, la creencia y cualquier otra consideración que a la postre para nada sirve.

Los que conforman el primer grupo son pocos, unos miles, no más, y siempre se han entendido a la perfección. Sus asuntos los arreglan con dinero, con patrimonio, que precisamente es lo que tienen y lo que les sobra a raudales porque eternamente, de una manera u otra, ellos o sus antepasados, robaron a los segundos, a los de abajo, a los otros.

El resto, hasta siete millardos de seres, formamos la masa alambicada que ha de obedecer, respetar leyes, sufrir hambrunas, morir por las ideas o por las creencias, por la bandera o por la patria: por lo que sea menester que nos impongan. Son Los de abajo de Mariano Azuela, esa maravillosa novela de la que Carlos Fuentes dice en la introducción que sitúa "una realidad económica, social y política, que es el trasfondo, horizonte y tierra común de algunas conocidas novelas hispanoamericanas: Cien años de soledad, La casa verde, La muerte de Artemio Cruz, Yo el Supremo, El otoño del patriarca, El recurso del método….

Los primeros operan en limbos jurídicos como los descubiertos por el diario alemán Süddeutsche Zeitung y el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (UCIJ). Son los que se pasan por las gónadas la igualdad, la legalidad, la fraternidad y los derechos inherentes a todo ser humano.

Los segundos estamos obligados por las leyes: hay que colaborar con la sociedad y pagar impuestos y pueden ser expulsados de su país por cuestiones políticas o por interesadas guerras sin que nadie se haga cargo de sus tristes vidas de refugiados.

Carne de cañón, vamos. Cañón que disparan los primeros siempre que interese al negocio: dios supremo del Universo real y ficticio.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios