La colmena

Magdalena Trillo

mtrillo@grupojoly.com

¿tienen arreglo los políticos?

Confesaba Chaves Nogales su odio insuperable a la "estupidez" y se preguntaba dónde empezó el "contagio"

No seré yo quien critique a los intelectuales de este país por alentar la ola de ataques contra la clase política -utilizo la palabra "clase" consciente de lo que molesta- y expresar con rotundidad y brillantez las consecuencias de su inoperancia, mediocridad y altanería. ¿Pero no llegan tarde? Hace más de un lustro que vivimos en un túnel sin salida y ellos, los que se supone que ya no viven en torres de marfil, sin despeinarse.

La culpa, una vez más, será del Covid. Ahora nos damos cuenta de que hemos vivido una burbuja de espejismo: la pandemia nos confundió en marzo con un atisbo de sensatez pero la desescalada del verano, con esa falsa batalla ganada al coronavirus, ha volado por los aires aquellas semanas de aparente responsabilidad. Hemos vuelto a las trincheras partidistas y con decenas de razones, a diario, para la desolación. ¿Si los dejamos "nos hunden"? No me atrevería a refutar ese horizonte de autodestrucción pero sí lo podríamos matizar. Seamos consecuentes: la situación de desgobierno, desconfianza e indignación que todos lamentamos estos días -de la contienda de Madrid a los chantajes del nacionalismo pasando por las maniobras de fontanería de los partidos- no es mérito en exclusiva de nuestros políticos y de quienes -nos reprochan- los jaleamos desde los medios. Reconozco que me siento más retratada en la viñeta de Miki&Duarte de este lunes: "España, el país de la UE con peores datos en la gestión de la crisis". El bicho del Covid-19, gordo y lustroso, pregunta efusivo a quién dar las gracias. En frente, todos nosotros, los ciudadanos irresponsables, nos disputamos la hazaña con los políticos ineficaces.

Ese veneno que discurre por la política española, entre el "sectarismo" y la "negligencia" como escribe Muñoz Molina, no es ningún fenómeno nuevo. He vuelto a leer el demoledor prólogo de Chaves Nogales en A sangre y fuego para certificar que debe ocurrir como con el clima, que debe tener algo que ver con nuestro ADN.

"Todo revolucionario me ha parecido siempre algo tan pernicioso como cualquier reaccionario". ¿No podría estar hablando de lo peligrosamente cerca que se sitúan hoy los extremos cuanto más se alejan a izquierda y derecha? Dice el periodista sevillano que su "única y humilde verdad" es su "odio insuperable a la estupidez", lamenta cómo se "señorea" en España y se pregunta, justamente, por dónde empezó "el contagio". No es cosa del Covid. Ni había respuesta entonces ni la hay ahora.

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