Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

Esto lo arreglo yo en cuantito llegue

Lo de la ministra de Hacienda en el congreso de Torremolinos huele regular; ¿es sólo el estilo?

Los mandatos están limitados en muchas democracias. Quien mucho se monta en la bicicleta tiende a creerse que la bicicleta está allí para que la disfrute él o ella (no es el caso de Angela Merkel). O peor: que la bicicleta es suya. Cuando uno se toma un cargo público como un cortijo en el que colocar, repartir prebendas y comprar voluntades, "algo huele a podrido" en las dinamarcas ejecutivas. Marcelo dijo aquella frase de Hamlet con esa intención. Un proverbio chino se adelanta a Shakespeare: "El pescado se pudre por la cabeza, los estados se pudren por sus dirigentes". Sobre todo si son longevos. El poder corrompe, ya saben. Tres cuartos de lo mismo cabe decir sobre quien en la empresa privada se enseñorea en exceso, otorga dádivas y fabrica pretorianos -gente de pesebre- con dinero de otros. El economista y Nobel canadiense Galbraith consideraba esto un vicio típico de la alta dirección, inexorable con el tiempo. Una tecnocracia extractiva.

Por la cabeza se pudre el pescado... y por la boca muere el pez. Un poco de cante a breca despanzurrada en la playa expelió el pasado viernes María Jesús Montero, portavoz del Gobierno, experimentada gestora de grandes masas dinerarias públicas tanto en Andalucía como en España. Ministra de Hacienda, lo cual no es poco decir en lo que nos ocupa. Recordemos lo que dijo ante una sentencia del Tribunal Constitucional que merma uno de los ingresos importantes de cualquier Ayuntamiento, las plusvalías por venta de casas y terrenos, en las que rigen discutibles baremos de cálculo (de ahí la sentencia): "Esto lo arreglo yo el lunes, lo llevo al consejo de ministros, dicho y hecho". Fue en un congreso andaluz del PSOE, un partido que no se merece esta kermés de sábado.

Tampoco España se merece que el Gobierno vaya prometiendo favores en encendidos saraos militantes. La chulada huele a género de Ordenalfabetix, el pescadero de Astérix. El estilo es feote, tiene algún regusto de caciquismo, o al menos de insufrible conseguidor: esto lo bordo yo en la capital. Hace que uno recuerde aquello de "serlo y parecerlo". Pero, sobre todo -y esto sí mueve a más oscuros augurios-, no hace falta ser espeleólogo semántico para inferir que la separación de poderes le parece a la brava ministra -y buena política, a tenor de su trayectoria- una china en el zapato, y que "lo que diga la Justicia lo arreglo yo en el Consejo". Fe ciega en la separación de poderes... más bien "división" de poderes. A eso huele.

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