Hacia el final de la octava década de mi existencia, aún me asombro al observar cómo el ritmo inmutable con que se mueven los astros desde hace millones de años, también la lentitud con que la evolución modifica la biología de la generalidad de los seres vivos, contrastan fuertemente con el dinamismo con que una de las especies -la humana- ha modificado en pocos años sus formas de vida y de comportamiento. Pienso en el protagonista de la obra de Mark Twain Un yanqui en la corte del Rey Arturo que, al ser trasladado desde finales del siglo XIX a aquella corte, provocó el asombro de los británicos del siglo VI con su revelación de conocimientos y técnicas propios de épocas muy posteriores. Pues bien, no habría sido menor el deslumbramiento del propio yanqui si, en vez de viajar hacia el pasado, se hubiera desplazado hasta nuestros días: los cambios acaecidos en el último siglo son, efectivamente, mucho mayores que los experimentados durante los trece siglos transcurridos desde la Edad Media.

En lo que se refiere a los prejuicios -"opinión previa y tenaz, por lo general desfavorable, acerca de algo que se conoce mal", según la acertada definición del DRAE-, no parecen ser afectados por este proceso de evolución acelerada; da la impresión de que el inmovilismo continúa siendo norma para muchos en cuestiones importantes que afectan a la vida personal y a la convivencia social. Entre ellas, las relativas a las personas transgénero, cuya identidad de género (cómo nos sentimos) o la expresión de género (cómo exteriorizamos esa identidad) no corresponde con su sexo biológico. Aunque la medicina y la psicología hayan corregido enfoques del pasado, aceptando la diversidad como algo natural, hay recalcitrantes que no aceptan ningún tipo de apertura.

Con motivo de la tramitación de la Ley Trans se ha puesto en marcha una campaña que reivindica los derechos de estos colectivos. Lucas, amigo de Facebook y trans, me explicó en su día los obstáculos que encuentran en sus relaciones sentimentales, desempeño laboral… Ahora me pide un testimonio para apoyar la campaña. Le envío con gusto las líneas que aquí copio: "Cada primavera, la Naturaleza nos hace el generoso regalo de su maravillosa diversidad. Formamos parte de ella, pero en la especie humana algunos rechazan ese regalo, niegan la diversidad. A eso se le llama intolerancia y es una patología resistente al tratamiento."

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