La decepción que ha producido en la opinión pública la Cumbre del Clima, es consecuencia de lo que puede ser una versión en roman paladino ("en qual suele el pueblo fablar a su veçino" según la afortunada expresión de Gonzalo de Berceo) de los políticos reunidos en Madrid: "Nos disponemos a pasar unas Navidades tranquilas, cada uno en su país. Allí no vamos a pedir a nuestros gobiernos respectivos ningún nuevo compromiso para mejorar el planeta, pero sí les aseguramos que el año que viene nos volveremos a reunir en Glasgow y ¿quién sabe? tal vez allí decidamos implementar alguna medida para revertir ese supuesto deterioro de que hablan los científicos. Pero ahora, por favor, no nos agüen las fiestas". Desde luego, los activistas no están de acuerdo con esta pasividad resignada y con el hecho de que Estados Unidos, China, la India y Rusia, que entre los cuatro suman más del 50% de las emisiones de efecto invernadero, no quieran mover ficha.

Sin embargo, a las puertas de los años 20 de este siglo, no queremos renunciar a la esperanza de que en la nueva década tenga lugar un cambio de paradigma que ponga en primer plano de la agenda política mundial, lo que ya está en el de las preocupaciones ciudadanas. Precisamente la presión de la opinión pública, cada vez más acentuada, debe provocar que los que dirigen los destinos del mundo: Trump, Putin, el indio Modi o el complejo sistema de poder chino, dejen caer la venda de sus ojos y comprendan que en los nuevos tiempos, para mantenerse al frente de las naciones más poderosas, pobladas y contaminadoras del planeta, deben abandonar una política del avestruz que niega riesgos cada vez más patentes. Si son inteligentes, ellos o quienes les sucedan optarán por ponerse al frente de las soluciones, dejando de ser, como en la actualidad, los que lideran los problemas.

Lo cierto es que la economía circular ya está aquí y ha venido para quedarse, con modelos de producción y consumo sostenibles. Además, en ellos se encuentran las mejores oportunidades de negocios con futuro. Por otra parte, los próximos diez años serán clave para la descarbonización de la energía, otra necesidad perentoria. En este sentido, una Europa cohesionada está llamada a ser en la década de los 20 la gran impulsora de la nueva y necesaria política. Y con ella, España, muy bien posicionada dada su disponibilidad en recursos eólicos y fotovoltaicos.

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