Hoja de ruta

Ignacio Martínez

El amigo chino

SE atribuye a Mao Tse Tung la frase de que leer demasiados libros es peligroso. A todos los dictadores les da por lo mismo. Otro pensamiento del Gran Timonel es que la crítica debe hacerse a tiempo, no después de consumados los hechos. En aplicación de este precepto habría que reprochar a la comunidad internacional que mire para otro lado ante la falta de libertades en China, anfitrión de los Juegos Olímpicos de agosto en Pekín. Andan los tibetanos haciendo de David frente al Goliat chino ante la pasividad de propios y extraños. La revuelta del Tibet se extiende y con ella la represión, lo que pone en evidencia la violación de derechos humanos en un país con el que todo el mundo quiere hacer negocios y nadie quiere indisponerse.

China se mantiene como una dictadura comunista, confundida con el paisaje: a nadie parece incomodarle. En una visita hace dos años me llamó la atención que ningún dirigente mencionaba las palabras partido o comunista para definir a la dirección del país. El término sustitutivo era el gobierno. Y para referirse a los ciudadanos, se utilizaba otro eufemismo, el chino, como si hubiese sólo uno y no más de 1.300 millones. Así resultaba que el gobierno había decidido tal o cual cosa y al chino le había gustado o no. Sencillo y fácil de digerir.

China pretende perpetuar sus fronteras históricas. Desde el siglo XIII, Tibet ha estado bajo dominio mongol o del imperio chino y ha disfrutado de un cierto grado de independencia intermitente, segada de manera radical en 1950 por el Ejército Rojo. Si la operación militar de la semana pasada contra manifestantes civiles tibetanos la hubiesen ordenado los hermanos Castro en Cuba, se habría organizado un escándalo mundial. La hipocresía de las grandes potencias es infinita. Estados Unidos mantiene un bloqueo comercial implacable contra la isla caribeña, mientras hace negocios de todas clases con esta otra dictadura comunista. Un doble rasero evidente: el presidente Bush acaba de retirar a China de la lista de los peores violadores de los derechos humanos del mundo.

Pero Europa no es menos culpable. La UE tuvo un déficit comercial con China de 130 mil millones de euros en 2006; nos encantan sus productos manufacturados, tan baratos. Y no nos importa que los juguetes incumplan normas de seguridad comunitarias, ni que China se haya convertido en el primer emisor mundial de gases con efecto invernadero, ni que seis años después de entrar en la Organización Mundial de Comercio ignore las leyes de propiedad intelectual, ni que siga siendo un país altamente proteccionista.

La prensa extranjera tiene el acceso vetado al Tíbet y a los territorios limítrofes, tomados por las fuerzas armadas. No se sabe si los muertos han sido 16 u 80. No hay libertades ni hay información. Como diría Mao, leer demasiados periódicos es peligroso.

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