Caleidoscopio

Vicente Quiroga

Si amanece mientras caminas

EN la quietud amable y regocijada de estos días, cuando "un sol opaco y débil clarea apenas en el cielo crudo, sin nubes, todo gris en vez de todo azul, con un indefinible amarillor en el horizonte de poniente...", como escribía evocando la Navidad Juan Ramón Jiménez en Platero y yo, no hay mayor placer que leer un libro que se titula: Si amanece mientras caminas. No es ni más ni menos, que una Antología de poemas de Juan Drago. Todo un patrimonio de valor incalculable en la poesía de Huelva.

Yo, que he sido siempre un devoto fiel de la poesía de Juan Drago, echaba de menos al poeta rocianero, escritor brillante recordemos De la luz en el agua editado en 1981, reeditado en 1984, evocación casi eglógica de su niñez en Mazagón, de serena prosa iluminada, le echaba de menos desde que glosara aquí una de sus obras más hermosas de su bibliografía, Viajero de la luz, allá por el verano de 2004, que yo calificaba como profundamente reflexiva y convincente "para volver sensiblemente fortalecida al simbolismo que siempre iluminó su verso".

Este poemario antológico, al que da título la poesía escrita sentado sobre la arena de Doñana, en una amanecida mágica, entre "el jaguarzo blanco, la jara y el romero" el sonido estridente aunque grato "de los ánsares de las marismas", dedicado, por cierto, a Manuela Sánchez, la Niña de Huelva, "Tus pies conocen cuanto tus ojos miran,/ mientras el mar te llega,/ cantando, de la noche", este libro que leo con ojos persuadidos, nos permite considerar la obra de Juan Drago en su conjunto, con los versos de ayer y los más cercanos, campando jubilosos como "Los espacios amarillos cabalgan, con crines airosas por sesmos oscuros/ anunciando fuego blanco por las marismas".

He identificado siempre al poeta en ese Ámbito de la diosa (1986), un universo íntimo, un espacio mitológico, una geografía personal, un territorio de sueños, al que retorna siempre y me gusta encontrarle, porque sobre todo él ha querido siempre "acercar el cosmos a la cotidiano". Mar de la infancia, espacio en ese acercamiento del orbe a lo inmediato, el tiempo con la incertidumbre de la edad, el amor de las personas más íntimas y cercanas, la memoria cuando el autor se acerca "al centro del bosque de la madurez"ý

Pero también el misterio y la incógnita del destino y por fin la noche que, dice el poeta: "Se iguala con la no materia y el vacío".

Todo ello configura este río sin fin de poesías y prosa poética concebidas "según el riguroso orden en que fueron publicados los libros de su autor, de donde se extraen los mejores poemas", configurando diversas épocas y textos, pero también momentos, sensaciones, vivencias y "un paisaje en el que he nacido", confiesa Juan Drago. En suma un libro entrañablemente cálido, íntimo, fascinante para gozar con su lectura en una tarde apacible de diciembre.

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