La otra orilla

mari ángeles pastor

Más allá del chuletón

Ahora que ya se ha aplacado el ataque contra el ministro de Consumo es el momento de preguntarse qué hay detrás de la polémica sobre la carne. Preguntarse cómo es posible que una recomendación que lleva décadas haciéndose haya sido capaz de levantar críticas tan viscerales y aviesas. O cuestionarse, quizás, qué hay detrás de esa embestida, similar a las de las reses con las que negocian sus promotores.

Tenemos por un lado esas reacciones satíricas y populistas, incluida la del propio presidente del gobierno invocando el chuletón al punto, que son una muestra de la falta de altura de nuestra clase política. España es el país de la UE donde más carne se consume: si hay que debatir sobre hábitos alimenticios y amenazas ambientales, hagámoslo, pero con argumentos y no con boberías. Avergüenzan esos memes y esas chicotadas, impropios de quienes dicen dedicarse a mejorar la vida de todos. Luego están los poderosos intereses de la industria cárnica. Grandes empresas y fondos de inversión dominan un sector donde la explotación extensiva, la de los pequeños ganaderos respetuosos con la naturaleza y los animales, está a punto de desaparecer. La mayor parte de la carne que ingerimos procede de macrogranjas contaminantes, eso no es nuevo. Y al clamor de los ecologistas se ha sumado, en los últimos años, la evidencia médica que relaciona la ingesta de carnes rojas y procesadas con el cáncer. Pero al lobby agroganadero le quedan aún cartas en la manga. Mientras las advertencias nutricionales y medioambientales se extienden, ellos firman en toda Europa acuerdos millonarios con los gobiernos, que son víctimas de sus propias contradicciones: véase, por ejemplo, la última reforma de la PAC. Ya solo ha hecho falta enarbolar el grito de "nos quieren prohibir que comamos carne" tras la intervención de Garzón, para provocar un efecto boomerang que le ha venido estupendamente al sector cárnico. Y así, tras la pantalla de la defensa de puestos de trabajo y de la España rural (esa que las corporaciones alimentarias han contribuido a vaciar), se elude una reflexión necesaria sobre los efectos del consumo de carne para la salud y para el planeta. Aunque el tiempo le acabe dando la razón al ministro, quienes vean amenazados sus intereses no se van a quedar quietos. Lo que como ciudadanos esperamos de él no son vídeos inoportunos que enardezcan al personal, sino capacidad para legislar por el bien de todos en medio de tantas presiones.

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