la verdad es plural

Marisa Fernández / Serrat

Ni ajuste ni recorte, desbarajuste

E mpezó la campaña electoral sin sorpresas. Mientras unos piden que nos sumemos al cambio sin aclarar mucho las condiciones que habrá que pagar para ello, otros nos invitan a que peleemos, sin considerar que ya lo hacemos sin resultados, y alguno que otro nos arenga con aquello de la alternativa, pero con un cierto deje de incredulidad. Sospecho que hemos iniciado una quincena en la que nos deslizaremos desde el enfado a la perplejidad, pasando por el escepticismo, los prejuicios y la desconfianza. Desconfío que se asome a nuestras vidas algún atisbo de ilusión o alguna sensación que roce, aunque sea de soslayo, la esperanza. Lo suyo será que constatemos, una vez más, cómo se manejan las palabras y se maniobra con ellas para enredar las ideas, confundir las creencias y enmarañar los valores de siempre. Se juega con ellas usándolas a modo de fichas que, distribuidas hábilmente en el tablero, pueden conquistar entusiastas para una causa.

Algunas veces el juego consiste en modificar el significado habitual de la palabra. Otras, en sustituirla si es que no atrapa adeptos. Así, toda la vida nos hemos recortado las puntas del pelo, recortamos ingeniosas figuras para adornos de Navidad, deleitándonos con nuestra obra y cuando nos ha entrado la vena poética hemos descrito cómo el sol se recorta en el horizonte sobre el mar. De un tiempo a esta parte, los recortes se hacen a los sueldos, a las inversiones públicas y a la creación de empleo. Se preveía, aunque no queríamos verlo, que llegarían a los derechos fundamentales, a la educación y a la sanidad y entonces sonó el silbato que anunciaba el cambio. Aparece en el terreno de juego una nueva ficha: la palabra ajuste ¡Qué torpeza la nuestra! Resulta que cuando se suprime personal docente en los institutos no se recorta, se ajusta (Madrid). Cuando se cierra un centro de salud no es un recorte, sino un ajuste (Cataluña). Lo mismo ocurre cuando se deja de pagar a los interinos en vacaciones (Castilla-La Mancha) o cuando se pide al profesorado que vigile al alumnado mientras espera el transporte escolar (Galicia) o cuando no se oferta empleo público (Canarias, Murcia…). No son recortes, menos mal ¡Qué tranquilidad! Son sólo ajustes.

Una cabriola con la semántica de las palabras es la que ha hecho el Ayuntamiento de Huelva, que sube los impuestos, pero lo llama "reactivación de la economía"; encarece los bonos del polideportivo, el sello del coche, los vados (o sea, lo que pagamos los ciudadanos de a pie) y nos cuenta (¡para consolarnos!) que ayudará a los empresarios bonificando a las Actividades Económicas. Atención, una nueva ficha ha aparecido en el terreno de juego y auguro que dará mucho que hablar: el desbarajuste.

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