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España registró en 2023, según el Ministerio de Sanidad, 103.097 abortos, superando por primera vez en 10 años la barrera de los cien mil. Es un aumento del 4,8% en comparación con 2022 que afecta a todos los grupos de edad, pero especialmente a las menores, con un aumento del 4,78%. Recuérdese que el 2 de marzo de 2023 entró en vigor la Ley Orgánica 1/2023, de 28 de febrero, que permite que las adolescentes, a partir de los 16 años, puedan abortar sin el consentimiento expreso de sus padres o representantes legales.
De estos 103.097 abortos un 69.99% lo fueron por primera vez, un 21,89% por segunda vez, un 7,05% por tercera vez, un 2,38% por cuarta vez, un 0,91% por quinta vez y el 0,78% por una sexta o superior ocasión. Cifras terribles, todas ellas, en las que cada número representa un feto al que se ha dado muerte, porque por lo menos estaremos de acuerdo en que se les mata. Agravadas, si ello es posible, por otra: casi la mitad de las mujeres que se sometieron a un aborto, un 46,5%, no habían utilizado –ellas o ellos– ningún método anticonceptivo.
Ante estos datos que no deplora (¿cómo habría de deplorarse el ejercicio de un derecho y la conquista de una libertad?), el Ministerio ha destacado la importancia de seguir trabajando en la educación sexual y el acceso a métodos anticonceptivos para reducir el número de embarazos no deseados. Hipocresía añadida a la barbarie. Porque no se aprobó el aborto libre con pesadumbre, como una traumática medida transitoria hasta que la educación sexual y el uso responsable de los métodos anticonceptivos fueran los medios para elegir la maternidad, sino que se celebró como la conquista de un derecho que garantizaba la libertad de la mujer. Y se mintió diciendo que es una decisión sobre el propio cuerpo, cuando se da muerte a otro en gestación. Lo que se ha logrado, tras el estruendoso fracaso de la educación sexual, es convertirlo en un bárbaro método anticonceptivo.
El Papa ha repetido hace unos días lo que viene diciendo hace años: “Un aborto es un homicidio… Se mata a un ser humano y los médicos que se prestan a esto, si me permiten la palabra, son sicarios… Y sobre esto no se puede discutir, pues se asesina una vida humana”. Todo para nada. Es una batalla perdida. El aborto conviene a la mayoría, a la derecha y a la izquierda, máscaras de la única ideología dominante, que es la del consumo.
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