Tal día como mañana se cumplirán veinticinco años de uno de los momentos que dejan huella en la biografía personal y en la memoria familiar que se encuentra inmersa en una temida expectación junto a una sensación orgullosa de pertenencia a un nombre, a una Hermandad y a un compromiso cristiano irrenunciable que va a ser expuesto en público, ante uno de los auditorios más exigentes que pueden imaginarse pero con una disposición a la emotividad a flor de piel que es misión del Pregonero movilizar, siempre desde la sinceridad expositiva y contenidos de su pieza oratoria.

Habrán entendido que me refiero al día de mi Pregón de la Semana Santa. En mi caso, además, con el peso añadido a la ya inherente responsabilidad del encargo del riesgo asumido de la comparación, probablemente, con Pregoneros anteriores y particularmente, en mi caso, con dos de los mejores oradores de nuestra tierra como fueron mi padre y mi hermano Eduardo.

Y ya que nombro ausencias, sin dejar de resaltar que, por mucho tiempo que pase, seguimos sintiendo su presencia porque ellos se mantienen en la memoria de quienes tuvieron la oportunidad de escucharlos pregonar. Tenían la virtud, como dice mi admirado Francisco Robles, "de combinar la realidad de la calle con su lirismo interior" y bien que lo conseguían. Su referencia me sirvió de acicate para en ese momento de pregonar la Semana Santa, tener el don de palabra suficiente para explicarla, exponerla y saber expresar lo sentido, lo vivido y compartido con tantos. Nos decía don José Mª Peman a propósito de lo reseñado: "Este es un pueblo que piensa y siente con los ojos; pueblo de modismos exactos y gestos expresivos. El mejor dotado para realizar la suprema liturgia del Dios - Hombre". No se equivocaba, seguro. Y si recuerdo mi día del Pregón, a Eduardo y a nuestro padre, sería injusto con nuestro hermano Chico, tal vez, el menos reconocido cofrade era mente, pero dejó un testamento impresionante e imprescindible como fue la enciclopédica obra Huelva Cofrade, demostrativa de su conocimiento, nada presuntuoso pero certero, del mundo cofrade.

Dicho todo esto sobre mis recuerdos del Pregón, mi orgullo de Pregonero, mi satisfacción por haber estado a la altura de lo esperado de mí y el honor de haber prestado un servicio más a Huelva… debo dirigirme al Pregonero de mañana para decirle algo que por obvio no deja de ser un difícil reto y él, seguro lo sabe: El Pregón, es experiencia y trayectoria histórica personal. Cada Semana Santa, resulta distinta para cada cual, sea la de ayer, hoy o mañana, por eso, no terminan nunca las sensaciones vividas por quien tiene el privilegio de pregonar. Que Huelva te abrace por tu forma de expresar el cariño hacia lo "nuestro" - la Semana Santa, es de todos - será la mejor señal de tu éxito.

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