Ojo de pez

Pablo Bujalance

pbujalance@malagahoy.es

Viva el vino

Mezclar la violencia de género con la protección intrafamiliar sólo puede obedecer a una maldad política escalofriante

Y las mujeres, que por algo son regalo del Señor, cantaba Manolo Escobar mientras, más o menos por la misma era, Emilio El Moro entonaba aquella parodia de Te hiero, te hiero. Pero no crean, el reconocimiento de las mujeres como capricho placentero con derecho a devolución en caso de insatisfacción del cliente viene de bastante más lejos. En su comedia A secreto agravio, secreta venganza, que hasta Menéndez Pelayo consideró aberrante, Calderón justificaba el asesinato de la doña a manos del don ante las sospechas de infidelidad del segundo respecto a la primera. Los cuernos nunca tuvieron lugar, pero ante la evidencia de que el honor es más importante que la verdad hasta el Rey alaba el gesto del protagonista, con mojiganga final incluida cual corrida de toros. Existe en la tradición cultural española este poso de cuchillo fácil dirigido al vientre de la parienta, de toítote lo consiento menos faltarle a mi mare, de cosificación de la hembra favorable al despecho. Y aunque la costumbre de quitar de en medio a las mujeres es universal, la diferencia española ha sido su habilidad para literaturizarla, lo mismo para la tragedia lorquiana que para el bululú barroco y el chiste de barra, lo que por otra parte nos hace menos ardua la tarea de llamar a las cosas por su nombre. Aunque algunos prefieran jugar al despiste.

El requerimiento de Vox de sustituir la ley de violencia de género por una ley de violencia intrafamiliar que proteja también a los varones constituye un ejercicio de cinismo propio de la vena del mollate. Más incluso, ya que hasta el menos sobrio sabe que hablamos de dos cosas completamente distintas y que la intención de mezclarlas sólo puede obedecer a una maldad política escalofriante. Que todos los ciudadanos son objeto de protección, también en el seno del hogar familiar, por el mero hecho de serlo, es evidente. Pero que este derecho signifique negar una atención legal concreta contra la permanencia de una costumbre por la que los maridos más frustrados e incapaces consideran legítima la sentencia más severa contra sus mujeres, eso sí tendrían que explicarlo Francisco Serrano y todos los firmantes. Salir aquí con los hombres también es una respuesta digna del sopapo. Pero lo peor del despropósito no es la petición de Vox, sino la rapidez del PP en comprar la moto y el silencio aún más grave de Ciudadanos. Querían patriotas. Aquí los tienen.

Por cierto, la desautorización que ha sufrido Moreno Bonilla ante un Pablo Casado rabioso por pregonar que también hay mujeres que pegan a los hombres revela quién ha ganado aquí las elecciones: el miedo.

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