No creo que haya muchos que, hoy por hoy, traten de desmentir el dicho: "Cualquier tiempo pasado fue mejor". Al menos del 2020 para atrás. Sí, porque entonces no vivíamos esta convulsión inquietante, estas incertidumbres con que abordamos ahora la Navidad. Eran unas vísperas navideñas plenas de ilusión y de alegría. Hoy, entre los numerosos agoreros, alarmistas televisivos, políticos indecisos y la falta de una decisión homogénea y firme para todos, apelemos a la propia responsabilidad, la prudencia, la solidaridad, la prevención y la moderación que no están reñidas con el irrefrenable hedonismo de muchos.

Difícil, espinoso y complicado componer unas líneas que expresen deseos de alegría y felicidad aunque uno pretenda supeditarse singularmente a las jornadas tradicionales que celebramos. Fecha decisiva y muy significativa para los destinos de España por mucho que pretendamos abstraernos en esta dinámica festiva, extraordinariamente avanzada por luces, anuncios comerciales y aspavientos múltiples que han apresurado con prisas compulsivas el ambiente navideño. En este laberinto político en el que nos han metido estos desaprensivos e insaciables nacionalistas, agravadas últimamente con la infamia del idioma, entre otras reflexiones inevitables, uno recuerda lo que escribía Tácito, el historiador y político romano: "Para los que tienen afán de poder no hay término medio entre la cima y el abismo".

Por mucho que algunos se empeñen con eufemismos risibles y significados engañosos pocas cosas cambian, a pesar de los embates que prodigan los enemigos de estas conmemoraciones, aunque sean los primeros en apuntarse a la holganza que proporcionan y a la diversión, jolgorio, jarana y comilonas correspondientes o arrimarse a nivel político para salir en la foto en cualquiera de esos festejos y celebraciones populares prodigados estos días, buscando lucros personales que sensibilizarse con cuanto se solemniza y rememora: esas antiguas costumbres secundadas por el fervor popular, que no pierden pese a las inclemencias ideológicas de las distintas épocas, su esencia legítima perpetuada a través del tiempo.

Ante el máximo acontecimiento que conmemora toda la cristiandad, una fiesta esencial y fundamentalmente religiosa y cristiana, me viene siempre a la memoria aquel jugoso verso del poeta, humanista, notable innovador de la poesía, Cristóbal de Castillejo: "Pues hacemos alegrías cuando nace uno de nos/¿qué haremos naciendo Dios?". En ese ámbito poético tan pródigo en alabanzas y villancicos que anima siempre estas jornadas alegres y bulliciosas, nada mejor que evocar aquel impagable fragmento del bellísimo poema que uno de los más grandes poetas andaluces de todos los tiempos dedicó a ese parto sublime hecho poesía Al Nacimiento de Cristo Nuestros Señor, Luis de Góngora: "Caído se le ha un clavel/hoy a la Aurora del seno/¡qué glorioso que está el heno/porque ha caído sobre él!"

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