Políticamente incorrecto

Francisco Revuelta

Visiones de Semana Santa

Dirigía y presentaba un programa radiofónico en una emisora local. Llegadas estas fechas, me pareció oportuno abordar el tema de la Semana Santa y me hice mi esquema mental acerca de cómo debía desarrollarse. Pensé que para dicha ocasión era bueno hacerlo desde visiones diferentes y que, por lo tanto, se podía recurrir a personajes muy diversos, tanto personal como profesionalmente, para hablar de la misma. De lo que no me cabía la menor duda era que viniera quien viniera, siempre tendría que haber alguien que, con suficiente conocimiento, hablara del punto de vista religioso. Esta idea se la comuniqué a un amigo que habitualmente me acompañaba y que, además, salía de costalero. "-Mira, conozco a un cura que sabe mucho de esto y que el jueves nos dará una charla. Vente y te lo presento para que puedas invitarlo -me dijo, satisfecho por ofrecerme su colaboración y una posible solución-". Y lo hice. Cuando le expliqué al sacerdote que también me gustaría entrevistar a algún antropólogo, político, historiador, experto en turismo, en cultura y a otros más se le cambió 'la color', como se dice por aquí. Seguro que se le elevó un montón la tensión y que sus arterias se lesionaron por la irritabilidad que le había provocado mis intenciones. "¡Cómo te atreves a mezclar lo religioso con esas otras cuestiones mundanas! -me espetó mientras sus ojos parecían querer saltar sobre mí-". Sucedieron más cosas, como una amenaza, pero ahora no las contaré. Lo que sí diré es que no entendí ni su reacción ni sus palabras.

La Semana Santa, por supuesto, es inicialmente un fenómeno religioso pero íntimamente ligado a la cultura y, lo quieran o no, en bastantes ocasiones es sólo esto último. Cómo si no explicar las diferencias que se dan a la hora de vivirla entre distintos pueblos, colectivos y personas. Las expresiones populares de la religiosidad cambian de un lugar a otro y no es lo mismo ser andaluz, por ejemplo, que castellano. Por otro lado, se comprueba que su celebración traspasa las creencias en este ámbito y el grado en el que se es practicante. Según datos de encuestas, entre otras cosas, sólo el 20% de la población sigue el magisterio de la Iglesia, fundamentalmente mayores, y los ateos, indiferentes y agnósticos han pasado del 22 al 46 por ciento en la última década. Sin embargo, no se ha apreciado un descenso en el interés por las procesiones y todo lo que las rodea y si nos dejamos guiar por las televisiones locales habría que admitir que ha aumentado. Errado va, pues, quien quiere apropiarse de esta manifestación, enfocándola únicamente desde una sola de sus variadas perspectivas, como el cura que deseó verme en el infierno.

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