Manuel Gómez Beltrán

Viernes de Dolores

SÍ, ya sé que el título de este artículo después de la reforma del Vaticano II no es políticamente correcto; ni, además, se corresponde en absoluto con el espíritu del cofrade en una fecha como la de hoy, pues hoy, último viernes de cuaresma, para el que más y el que menos comienza el tiempo más dichoso del calendario. Hoy no hay nada más ajeno al cofrade que el dolor, a excepción del físico si es que a estas alturas ya se ha pateado todos los templos habidos y por haber, propios y extraños, para convencerse de que por fin el tiempo prometido ha llegado.

Así es que hoy, el dolor, los Dolores, se quedan para nuestra Madre y Señora que en la Concepción ya ha roto a llorar con un sublime llanto de agua de rosas, han vuelto a brotar en Ella las lágrimas que sobre su delicado rostro son como gotas de rocío sobre el pétalo de una flor, ninguna tan absolutamente hermosa como su semblante, y que busca en nosotros el consuelo de un beso en sus benditas manos de doncella dolorosa. Allí nos espera, al pie de la Vera +Cruz.

Hoy se barruntarán espesas negruras con chasquidos de látigos sobre la piel de un Cristo que se encadena a los Dolores mercedarios de su Madre, preludios para un Jueves Santo por la Vega Larga.

Hoy un solo dolor, pero el Mayor Dolor posible, se hará mirada elevada al cielo al ver como el Hijo de Dios, y de Ella, no acaba de expirar en una eterna agonía, ni tan siquiera el Miércoles Santo por Plaza Niña.

Y hoy, contrasentido cofrade, Los Dolores de María Santísima serán motivo y causa de nuestra alegría, de feliz exultación, de contagiosa felicidad manifestada en las Colonias, por donde será llevada en triunfo esta Virgen que es allí amiga, vecina confidente, alivio de dolores para un barrio que la proclama su Reina y Señora. Hoy por la lanzada del costado de Huelva comenzará a brotar un manantial incontenible de emociones cuyo caudal seguirá manando toda una semana.

Hoy comienza a desbocarse el tiempo, que quisiéramos retener en nuestras manos, como retenemos la imagen de un momento de la cofradía en nuestras retinas durante un año entero, y que solo será reemplazada por otra imagen en una nueva Semana Santa.

Hoy cuando todo empieza a nacer, todo empieza a acabar. Ahora el tiempo es como un paso de palio totalmente acabado a falta de flores, pabilo incólume y brillo de estreno; pronto será cera chorreada en la candelería y flor marchita; brillo apagado en la plata, como la nostalgia. Pero entre estos dos momentos la vida pasará en una semana en el tiempo más hermoso del año.

¿Quién dijo Viernes de Dolores? Digamos mejor viernes deseado, vísperas del gozo y toma de posesión de la auténtica felicidad. Dispongámonos a vivirla, pues la Semana Santa del año dos mil ocho, se nos ofrecerá una sola vez, como todas, y los años pasan.

A todos los cofrades: Feliz Semana Santa.

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