Ortega y Gasset, tal vez el más destacado pensador español del siglo XX, escribió, entre 1908 y 1932, un conjunto de escritos políticos que Revista de Occidente publicó en tres volúmenes: Vieja y nueva política, La redención de las provincias y Rectificación de la República. Creo que sus ideas continúan vigentes. Sin embargo, me temo que la mayor parte de nuestros políticos no lo han leído; la práctica de algunos -Dios me libre de generalizar- parece más inspirada en manuales de demagogia y partidismo. Pero ellos son el reflejo de la sociedad que los elige y la educación de la nuestra no es muy ejemplar: me remito a los comentarios a un editorial de la edición digital de este periódico sobre la moción de censura; entre todos formaban un rifirrafe en el que los partidarios del PP y del PSOE atacaban, con más ardor que argumentos, al otro partido. Quizá los lectores más reflexivos prefirieron no entrar al trapo y permanecer callados.

Pero volvamos a Ortega. En Vieja y nueva política, propugnaba una reacción del pueblo "que vive una falta de fe y de esperanzas políticas gravísima" y advertía que "las nuevas generaciones son extrañas totalmente a los principios, a los usos, a las ideas y hasta al vocabulario de los que hoy rigen la vida española", no faltando una alusión a "la corrupción organizada y el turno de los partidos como manivela de ese sistema de corrupción". ¿Les suena? "No somos monárquicos porque dejemos de ser republicanos; no entendemos que se pueda ser definitivamente ni lo uno ni lo otro. En esta materia no es decorosa al siglo XX otra postura que la experimental". EnLa redención de las provincias abogaba por una descentralización, ya que "si la realidad nacional es multiforme, séalo también la estructura legal" y hacía hincapié en la política social: "la equiparación del obrero con las demás clases sociales, no solo en el orden jurídico, sino en el económico, en el moral y en el intelectual".

Para mí, el abrupto relevo en el timón del país es generador de inquietudes justificadas, pero también de esperanzas, con la condición de que los ciudadanos tengamos la capacidad de hacer oír nuestra voz y los políticos voluntad de diálogo, más allá de la aritmética parlamentaria, con el único objetivo de avanzar hacia una España más justa e igualitaria. La lectura sosegada de Ortega y Gasset puede ayudar, pues hemos cambiado menos de lo que podría parecer.

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