En tránsito

Eduardo Jordá

Vidas paralelas

CADA día recibo dos o tres invitaciones por correo electrónico para unirme a Facebook o a otras redes sociales. Las invitaciones me llegan de gente que conozco, aunque sea de forma muy vaga. Un amigo marroquí que vive en Ámsterdam, y al que hace veinte años que no veo, me pide agregarme a su grupo de amigos. Otro fotógrafo que recuerdo haber visto una vez, y durante muy poco tiempo, quiere conectarme a su página. Y alguien a quien vi cinco minutos, ya no recuerdo dónde, me pide con insistencia que pase a formar parte de sus seguidores en MySpace. También me llegan solicitudes de personas que no recuerdo de nada, pero que se supone que debería conocer: una tal Fanny, un tal Patxi, un tal Samuel. No tengo ni la más remota idea de quiénes puedan ser. Supongo que es gente que se aburre o que desea alardear de contactos y de amistades. Una página de Facebook con 300 "amigos" te permite sentirte orgulloso, aunque a muchos de esos "amigos" no los hayas visto en tu vida. En cambio, si sólo tienes 30 "amigos", de una forma u otra te sientes un fracasado que debería tirarse por la ventana.

¿Tiene alguna ventaja estar en Facebook? Los amigos que tienen su página me enumeran las ventajas de pertenecer a una red social: puedes reencontrar antiguos compañeros de colegio, novias que creías olvidadas, amigos que se han ido a vivir a otra parte, lectores, admiradores (¡Dios santo, admiradores!). También me dicen que puedes encontrar el tipo de persona que más te gusta: la que tiene exactamente tus mismos gustos en música, en libros, en cine, en comida, o incluso en manías y en prejuicios. En vista de que me niego, estos amigos me insisten en que puedo mantener el anonimato: "Puedes usar un seudónimo y mandar una foto falsa". Pero respondo que no, lo siento, no me interesa.

Y eso que reconozco las ventajas de Facebook. Te permite llevar varias vidas paralelas sin moverte de tu casa, y mantener un romance apasionado con una mujer que crees hermosa y joven (aunque luego resulte ser un dependiente jubilado), o crearte una personalidad que no es la tuya y hacerte pasar por otro, siempre guapo y joven, por supuesto: un aventurero que ha cruzado la Antártida, o un alpinista que ha "coronado" seis "ocho mil", por ejemplo. En plan más modesto, puedes hacerte pasar por un cocinero creativo, o un músico que ha tocado con Sonic Youth, aunque sea de telonero. Al fin y al cabo, no sabemos vivir sin fantasear, ni sin dejarnos engañar por algo (la patria, el amor, el arte, las ideas políticas). Y todos necesitamos vivir una doble vida que nos redima de la vida rutinaria que nos ha tocado.

Supongo que eso explica el éxito de Facebook y de Twitter, pero no voy a apuntarme. De momento prefiero seguir como estoy. Aburrido que es uno.

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