AÑO nuevo, vida nueva. Lo normal sería que cada uno se dijera eso, y obrara en consecuencia, el día de su cumpleaños. Es entonces cuando se debería hacer balance de lo vivido y propósito de enmendar aquello que disgusta y produce malestar. Borrón y cuenta nueva, pues, personal e intransferible. Cada uno en su circunstancia existencial y a solas con su individualidad.

Pero como somos tan mitificadores, adictos al pensamiento mágico y borregos, todo a la vez, nos proponemos cambiar en masa y coincidiendo con una fecha artificiosa, y aun así, la alargamos a conveniencia: no iniciamos los cambios el 1 de enero, que es cuando entra en vigor el nuevo año en el calendario -insisto, no en nuestras vidas-, sino el 6, el 7 o el 8, según caigan los Reyes Magos. En fin, nos las apañamos para prometernos vida nueva, y comprometernos con ella, el primer día laborable después de los festejos navideños.

La contrición más corriente conduce al afán de cambio más socorrido: adelgazar. Si hubiera estadísticas fiables, perder grasa ocuparía el primer lugar indiscutido entre los objetivos de la generalidad (no de Cataluña, de toda España). En realidad, es un empeño que para la mayoría viene de antiguo, aunque la orgía gastronómica de las navidades lo coloca en el primer plano de los deseos y las buenas intenciones. Se vehicula mediante dos vías: la dieta y el gimnasio. El problema es que tanto la una como el otro hay que acometerlos con otros dos conceptos más costosos; a saber: la voluntad y el realismo. Sin ellos, el gimnasio aburre y la dieta dura lo justito para aliviar las redondeces más llamativas.

Otro de los buenos propósitos más comunes en estos días es dejar de fumar. El número de fumadores que intenta abandonar el tabaco se multiplica por cuatro en enero y febrero, a la vez que la venta de cigarrillos se reduce un 20 por ciento en el mismo periodo. También son muchos los que reinciden en la toxicomanía pasado estos dos meses. Los hay que son reincidentes incluso en lo de quitarse de fumar, al modo de Mark Twain: "Dejar de fumar es fácil. Yo ya lo dejé unas cien veces". Esta intentona tampoco merece mucho la pena. El Estado moralista lo quitará a uno de fumar de todos modos.

Entre los grandes deseos que se gestan durante las entrañables sólo hay uno que realmente pasa de la teoría a la práctica. Las separaciones y divorcios aumentan con el año nuevo, incluso por encima de las rupturas que maduran durante el verano y se ejecutan en septiembre u octubre. Los que rompen con sus parejas son los únicos que, en puridad, pueden proclamar que año nuevo, vida nueva. Lo que ninguno sabría adelantar es si será una vida mejor o peor.

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