Juanma G. Anes
Tú, yo, Caín y Abel
Los afanes
Javier Ramos, el rector de la Universidad Rey Juan Carlos, dice en un artículo publicado en El País, que esa universidad es "un centro educativo y de conocimiento y no una arena política donde dirimir sus diferencias", y esto lo dice ahora y no hace varias semanas, cuando tenía que haberlo dicho, al menos por decir algo. Pues mire usted señor Ramos, la universidad que dirige, al igual que todas las demás de España, está politizada, o mejor, se encuentra invertebrada.
Ignacio Echevarría ha desgranado bien la desintegración cultural que sufre este país. En diversos artículos publicados en El Cultural bajo el título de Cultura invertebrada ha pretendido acercarnos a una realidad más que evidente: "El flaco servicio -cito tu texto- que, para la integración cultural del conjunto del Estado español, lastrada desde tiempos remotos por una poderosa inercia centralista, ha supuesto la iniciativa de algunos medios de comunicación de conceder a sus redacciones periféricas autonomía para llenar su sección cultural con noticias supuestamente locales".
Me quedo, sobre todo, cuando Echevarría indica: "El tratamiento local de la cultura se ha traducido, en no pocos casos, en una cultura cada vez más localista". El descuido de la creación de un espacio cultural con mayúsculas es evidente. Teófanes el Recluso, también conocido como Teófanes el Eremita, utilizó una vez una sentencia popular: "Tenéis un muerto en vuestra casa, no os ocupéis de enterrar a los demás". En el fondo parece que se ha querido enterrar la cultura de nuestro país, igual han hecho con la educación, y es algo evidente. Las divergencias culturales, en vez de acercarse, se distancian, pero se hace así con consentimiento, con el mayor y más manido consentimiento premeditado. La incultura lleva a la incultura, al igual que la falta de educación hace que viajemos a la pérdida del sentido común, que parece que es lo único que interesa.
El filósofo Ortega y Gasset publicó en 1922 el libro España invertebrada, una obra que analiza el proceso de desintegración española en su historia, y que avanza en riguroso orden, desde la periferia al centro. En estos momentos conviene leer esta obra de Ortega, y conviene hacerlo para conocer un poco más el proceso de involución que estamos sufriendo. Un plan premeditado y nauseabundo. A veces conviene callar, coger un libro y dar un paseo. No olvidemos aquello que dijo una vez Efrén de Siria: "Una buena palabra es plata, pero el silencio es oro puro".
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