Vender nuestra alma

Confiamos en que un medicamento, o una vacuna, nos permita olvidarnos de esta pesadilla

El chico negro que aplaude a raudales cada tarde a las ocho sueña con que pronto va tener papeles: "espero que haya una regularización de emergencia", me confesó. Amul, que así se llama, es un trabajador encomiable, pero no puede disfrutar del contrato de trabajo que se merece, por ser africano. Confía sin embargo en que los dirigentes de España, como lo han hecho algunos de los países del entorno, comprendan que su trabajo sea lo suficientemente necesario como para poder prosperar en paz. Él, y los tres muchachos con los que convive, esperan que esos políticos que hasta ahora solo han hecho cerrar fronteras, y hablo genéricamente, le echen una mano. Esto último lo pienso mientras me lo dice, pero me callo. La mayoría de los habitantes de este mundo confiamos en que un medicamento, o una vacuna, nos permitan olvidarnos de esta pesadilla llamada coronavirus. Hay muchos laboratorios que compiten por esa primicia en todo el planeta, que de hecho cuando se descubra será un negocio muy jugoso. La humanidad por lo tanto no sólo confía en nuestros científicos, sino de facto en esas empresas farmacéuticas de dudosas prácticas empresariales, rayanas muchas veces en lo punible, que tendrán que producir la mágica cura que ansiamos. Es curioso, pienso, cómo vamos a enriquecer más pronto que tarde, a una de esas multinacionales que tanto demonizamos, pero de las que tanto dependemos.

La agencia de la ONU que debe velar por la coherencia en el tratamiento del Covid-19 y otras pandemias es la OMS. Hasta ahora su trabajo ha dependido de los aportes económicos de los gobiernos del mundo, pero la retirada ordenada por Trump de Estados Unidos de su financiación ha hecho que otro coloso, como es la fundación Gates, entre con más fuerza como donante. Más allá de la actividad filantrópica que estas "mega fundaciones" vinculadas a fortunas inmensas realizan, es paradigmático observar cómo los que concentran el capital que falta en otros sitios sean además los que aporten soluciones, es un círculo vicioso, un sistema que deja sin alma a las soluciones.

Es tiempo de resistir, de sobrevivir, de confiar y generar posibilidades, pero también de no vender nuestra alma al diablo. Mundializar medicamentos vitales para nuestro futuro; regular la filantropía aislándola del negocio; regular los flujos migratorios desde el principio del derecho al trabajo; etc. son formas de hacerlo, pero claro, la necesidad necesita gobiernos fuertes.

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