La otra orilla

Víctor RODRÍGUEZ

Vejez

Más allá de pensar que hemos venido a esta vida a gastar, producir o consumir, más nos valdría vivir

Nadie quiere ser viejo, pero todo el mundo quiere llegar a viejo. Partiendo de esa premisa, todo lo que hagamos o digamos estará irremediablemente contaminado por la enorme carga simbólica que tiene cumplir años. La física cuántica dice que el viaje al futuro es posible y que el tiempo, como una variable más, es relativo, excepto para volver al pasado. Desmontado el anhelo que todo ser humano tiene de regresar a ser lo que fuimos, sólo nos queda mirar hacia delante.

Nuestra sociedad, como con tantas otras cosas, no sabe cómo afrontar la vejez, ni siquiera sabe cómo nombrarla: tercera edad, edad madura, personas de edad… nadie se atreve a decir viejo. Partiendo de ahí, o bien se la esconde por su lado más feo, el de la decrepitud, los achaques y demencias, o se la adorna artificialmente con el mito de la eterna juventud que tanto remarca la publicidad, donde se suelen disponer a las personas mayores con estilos y actividades fuera de contexto o directamente ridículos.

Cuando se asocia la vejez con la jubilación entonces las personas pasan a ser elementos políticos y económicos. No hay político que no pretenda engatusar a toda esa población que tanta televisión ve, a diferencia de los niños, que no les importa a casi nadie. En lo económico estamos asistiendo como los pensionistas están siendo expulsados del circuito bancario con el brutal cierre de oficinas y el traslado a la operativa electrónica. Los bancos han pretendido que personas que no usaron en su vida internet se peleen con un cajero en la esquina de una calle, sin importarle una higa su atención, seguridad y tranquilidad.

En no muchos años la población mayor será la mayoritaria, no sólo en España sino en todo el Mundo (China está aterrada con esta situación) y lo que ahora no es más que un comentario dominical, se convertirá en problema de Estado. Pero más allá de pensar que hemos venido a esta vida a gastar, producir o consumir, más nos valdría pensar que la vida simplemente nos dio la oportunidad de vivir, y de eso uno no debería jubilarse nunca. Podremos adaptar nuestro ritmo, aceptar los achaques, pero siempre podremos seguir acompañando y aportando a los demás, a los que vienen detrás, no porque seamos especialmente inteligentes, sino simplemente porque ya lo vivimos, y eso es un tesoro, el de la experiencia y la memoria acumulada, al que ninguna sociedad debería renunciar.

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