Ansia viva

Óscar Lezameta

olezameta@huelvainformacion.es

Vamos a ver si nos dejamos de tonterías

Las previsiones económicas son como las encuestas de las elecciones, no aciertan nunca pero las seguimos haciendo

Llevo diciendo meses a quienes quieren escucharme -pocos, la verdad- que la cosa no está tan mal como podía estar. Cierto es que la sensación de catástrofe cósmica a la que estamos tan acostumbrados, nos lleva a que a poco que la realidad nos acompañe, saquemos a pasear cuanta conspiración seamos capaces de echarnos a la oreja, para hacerla todavía más apocalíptica. Las previsiones han vuelto a fallar. ¡Paren la portada! El número de parados -aun con todo lo dramático que es que una sola persona quiera trabajar y no pueda hacerlo- se ha quedado por debajo de lo que auguraban los expertos y la caída del Producto Interior Bruto no ha sido tan acusada como se temía. El Puerto ha perdido el 11% de sus tráficos y es un buen balance si tenemos en cuenta que vive de la actividad económica y ésta ha estado parada buena parte del año. ¿Apostaría cualquier negocio por conservar el 90% de su actividad?

Las previsiones son como las encuestas electorales; no aciertan nunca y sin embargo les concedemos ese papel de augur inasequible al desaliento por el que no somos capaces de esperar un mes para corroborar unos resultados que nos empeñamos en adelantar y, por supuesto, fallar.

A poco que seamos capaces de salir de las consecuencias sanitarias de la pandemia, que básicamente se resume en que dejen de pelearse y hagan algo tan simple como vacunar a cuanta más gente sea posible y en el menor tiempo que sean capaces -les diría cómo lo hacían en la mili, pero ya otro día- para que la actividad vuelva como creo que ningún cenizo de los que nos rodean ha sido capaz de prever.

Hemos tenido incluso tiempo para hablar del protagonismo de algunos artistas de no sé qué, que se largan a Andorra para pagar menos impuestos y de algunos seguidores de la cantidad de sandeces que sueltan y por la que viven como ustedes y yo no soñamos, para separarnos de una realidad de la que estamos tratando de escapar a la carrera. Aunque no lo crean estamos más cerca de lo que imaginamos y debemos pensar en lo que será nuestra vida después de que dejemos de ser un ejército de zombis enmascarados con ganas de tomarse una cerveza cuando toca. Llegará, pueden apostar.

Mientras tanto, conviene actuar como decimos que debemos hacerlo, moverse lo menos posible, templarse una Cruzcampo en casa de uno, no salir salvo que se queme la vivienda en la que resides y, especialmente, rogar a quienes deben arbitrar todo esto, que abandonen la pamplinería en la que residen habitualmente, tomen decisiones de una santísima vez y se dejen de tonterías. No es pedir tanto.

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