Ni soy ni nunca he sido europeísta de esta Europa charcutera que sólo le interesa hablar de tomates, pepinos y naranjas mientras escupe sobre sus raíces cristianas y romanas. No los quiero. Roma y la Cruz conformaron toda la historia de Europa de los últimos dos milenios, guste o no. Y España fue fundamental en esa conformación. Es más, España es la primera que pone los fundamentos de una unidad europea que apuntaba más alto que hablar de cebollas, cuotas de pesca y mantequilla. Hoy las acémilas que nos rigen desde una de las ciudades más aburridas del mundo, Bruselas, es de lo único que entienden. Lo del alma europea, lo del sentir europeo, lo del genio europeo les suena a chino mandarín. No sabe hacer la o con un canuto pero llevan en sus genes el odio racista por un país del sur, uno de esos que llaman pigs: Portugal, Italia, Grecia y Spain. Un país que fue durante cientos de años hegemónico sobre el suelo europeo y les insufló alma, espíritu y genio. No nos quieren, nunca nos han querido. Pues yo tampoco les quiero. Vámonos ya, de una maldita de vez, de ese club donde nos apuñalan cada vez que nos damos media vuelta.

La última, ya lo saben. Un tribunal regional alemán, como antes otros en Estrasburgo o en Luxemburgo, nos ha chuleado. España es para ellos un país chuleable. Pues ellos para mí son prescindibles. La crisis institucional más grave, todo un golpe de estado, vivida por España en decenios no deja de importarle un pimiento a algunos jueces alemanes. Hoy se pasea por la Europa enemiga, que se dice amiga, una docena de prófugos de la justicia española, involucrados todos ellos en una grave intentona golpista. ¿Qué es para el tribunal alemán un golpe de estado? Pues no se sabe. Deberían ustedes, señores jueces alemanes, ser más cuidadosos, más sensibles y no olvidar la nada ejemplar historia de su país en el siglo XX. Para colmo sale una saltimbanqui, a la sazón ministra de Justicia, que jalea el chuleo y el desprecio por un país al que llaman amigo. Pues nada. Tomamos nota y trataremos de aprender. Con ustedes aprender significa salir corriendo hasta que volvamos la cabeza y no les veamos. Y también significa proponer a las autoridades españolas que nos convirtamos en tierra de asilo para todo delincuente con problemas pendientes con la justicia alemana. Y mientras más años de cárcel le puedan caer al sujeto, pues mejor. De paso también se puede ir organizando un referéndum para salir de esa cueva. A frau Merkel seguro que le da el tembleque. Estos no aprenden hasta que no se les pague con la misma moneda. Vámonos ya.

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