Valorar lo que se tiene

No hay que olvidar que hay muchas personas en infinitas peores condiciones que nosotros

C OMO muchas personas, el mes de agosto estaré de vacaciones. En nuestra cultura, no tanto en la japonesa, son pocos los que renuncian a ellas si pueden cogerlas, y eso es bueno, porque permite libertad horaria, descansar o hacer actividades que apetecen y que están a nuestro alcance. En definitiva, es una manera de cargarse las pilas. Pasados los días disponibles, tendremos que reincorporarnos al trabajo para reinterpretar los papeles asignados y para retomar las rutinas alteradas o dejadas. Y en ese periodo, es típico que los medios de comunicación aborden lo que se ha denominado síndrome posvacacional, algo etiquetado como problemático. Los que estamos en contra de la patologización de la vida, no paramos de repetir que eso no tiene importancia, que sólo se trata de un proceso de adaptación a la nueva situación, lo mismo que los ojos necesitan acostumbrarse a la luz cuando se sale de una zona oscura o viceversa. Pero nada, erre que erre, hay quien no se quiere enterar y se aferra a lo del síndrome, que le suena a trastorno y que le sirve de justificación para obtener ciertos beneficios. Salvo si alguien está en un espacio laboral tóxico, donde existe, entre otras cosas, acoso laboral, o si su desempeño es especialmente duro, peligroso o cualquier otra razón adversa, el trabajo forma parte de una vida normal y quien, de verdad, tiene problema es quien no accede a él porque no lo encuentra, está enfermo o hay otro motivo real que le impide ejercer una profesión. Lo demás es trivializar, como si fuéramos niños malcriados, y si se apura un poco, también un reflejo de falta de empatía y de solidaridad. Piénsese por ejemplo durante este mes de agosto en cuántas personas intentarán cruzar el Mediterráneo desde las costas del norte de África por pobreza extrema o por conflictos armados; cuántas serán objeto de abusos por las mafias; cuántas en sus travesías sufrirán ante los peligros que les sobrevengan; cuántas, desgraciadamente, se ahogarán; y, así, un largo etcétera utilizando como primera expresión ese adverbio. Cualquier cifra que pudiera ofrecerse habría que catalogarla cualitativamente en la categoría de muchas. No vienen de vacaciones, no son turistas, no padecerán, obviamente, ningún síndrome posvacacional. Sencillamente, huyen de la pobreza, del hambre y del miedo. Dejémonos de tonterías, disfrutemos de las vacaciones, valorándolas por poder tenerlas y sin olvidar que hay que ayudar a muchas personas que están en infinitas peores condiciones que nosotros.

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